Sir 47, 2-13; Sal 17, 31. 47-51; Mc 6, 14-29.
“…mandó a un verdugo que le trajese la cabeza de Juan”
Manjares abundantes, vinos de marca, música exquisita, originales danzas, altos invitados. Y ahí –entre vanos juramentos– se decide la suerte del pobre. Pocas páginas tan hondamente críticas del poder cómo este relato evangélico de san Marcos. La fiesta termina ensangrentada.
Y todo este crimen, ¿por qué? Porque Herodías quería a Juan el Bautista mudo. (¿Acaso le negaba la Comunión?) Ella tenía las mismas buenas razones que los “católicos asimilados”.
Había estado casada con Filipo y ahora vivía amancebada o re-casada con Herodes. Ambos eran adultos, sabían lo que hacían, se habían decidido libremente, decían que se amaban… ¿Qué tiene usted en contra? ¿Con qué derecho el tozudo Juan les decía que “no es lícito”?
Si soy un cristiano que ha perdido el vigor de la fe en Jesucristo y el interés por la salvación de los otros, no podré entender el evangelio de este día, ni el martirio de Juan Bautista. Me creeré más misericordioso que Juan y más que Jesús. Más moderno que la verdad evangélica.
Danos, Señor, que te escuchemos a ti y, si caemos, que nos volvamos a ti. Y, cuando nuestro caso nos parezca insoluble, que te lo entreguemos a ti.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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