1Re 2. 1-4. 10-12; Sal: 1Cro 29, 10-12: Mc 6, 7-13
“Ellos salieron a predicar la conversión”
Jesús había llamado a los Doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar. El evangelio de hoy nos da cuenta del primero de estos envíos.
Vayan y anuncien lo que han visto y oído, evangelicen, curen, expulsen los demonios y no se olviden que no es con la fuerza del dinero, de los títulos o de otros medios como la gente aceptará convertirse. Y, si no los escuchan, no se acomoden a sus opiniones “sacúdanse el polvo de sus pies para probar su culpa”. Y así lo hacían ellos.
¿Qué día no tengo excusas para dejar de escuchar el evangelio de Jesús y hacerle caso? Ayer era una, hoy es otra, ¿y mañana? Pero ni el estado, ni la ciencia, ni mis proyectos me aseguran ese “mañana” de gracia. La conversión es aceptar la primavera para la propia vida.
El objetivo de Jesús “no fue convertir a un ladrón interesante en un tedioso hombre honesto… No le hubiera parecido una hazaña la conversión de un Publicano en un Fariseo… Naturalmente el pecador debe arrepentirse. ¿Por qué? Porque de otro modo sería incapaz de darse cuenta de lo que ha hecho. El instante del arrepentimiento es también el instante de la iniciación. Más aún: es el medio por el cual podemos alterar nuestro pasado…”. (Oscar Wilde).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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