“¿Por qué son tan cobardes? ¿Todavía no tienen fe?”
2 Sam 12, 1-7a.10-17; Sal 50; Mc 4, 35-41.
Jesús confronta a sus discípulos, los invita a vencer el miedo, después de calmar la tempestad. Con esta acción Jesús evoca las acciones de Yahvé sometiendo bajo su control las aguas del caos que amenazan el orden y la estabilidad de la creación. El miedo, la frustración, la desesperación, son fruto de la poca fe del hombre. Las palabras de Jesús al calmar la tormenta, generan paz, tranquilidad, y nada tiene esta acción de magia.
A veces, en las comunidades, aparecen cristianos que mezclan la fe con la magia. Esperan muchos “milagros” y recompensas no por el “hágase tu voluntad”, sino por medios no cristianos. Amuletos, huevos de gallina negra, ajo macho, cartas, calaveras, pulseras especiales y un sinfín de otras falsas oraciones para conseguir dinero, salud, amor o para controlar a un enemigo. La fe nos pone a disposición de Dios; la magia trata de poner el poder de Dios a nuestra disposición y capricho. Cuanta menos fe cristiana tenemos, más supersticiones aparecen. Además, las supersticiones contaminan luego los actos religiosos en un “te doy para que me des”, como si Dios fuera un comerciante.
Estos cristianos son poco dados a leer los evangelios, a relacionarlos con su vida, o a entender sus males como castigos. Y se quedan, de ordinario en la pasividad, sin pasión por participar en grupos renovadores, sin compromisos para cambiar las cosas uniéndose otros.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Vicente Hernández Nolasco, C.M.
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