«… proclamen la buena noticia a toda creatura»
Hech 22, 3-16 / 9,1-22; Sal 116; Mc 16,1 5-18.
Cuando Jesús se hizo presencia invisible, por su resurrección y su Espíritu, los pueblos comenzaron a ser evangelizados.
El Evangelio no es un lenguaje abstracto gestado por teóricos del apostolado, El Evangelio es integral, gratuito, así como la luz alumbra por sí misma y fecunda la tierra. Por lo tanto, la evangelización tiene que ser eficaz en el mundo. Si asumimos el evangelio de una manera plena en nuestra vida, la Misión en la tierra será nuestra manera de morir a nosotros mismos, acogiendo los demás, en intercambio y en comunión con ellos.
Si aceptamos el Evangelio, dejaremos de girar sobre el propio ego y buscaremos y nos adaptaremos a los demás ofreciendo calidez en nuestra vida desde la Buena Nueva. “Os invito – nos dice el Papa Francisco- a servir a Jesús crucificado en toda persona marginada, por el motivo que sea; a ver al Señor en cada persona excluida que tiene hambre, que tiene sed, que está desnuda; al Señor que está presente también en aquellos que han perdido la fe, o que, alejados, no viven la propia fe; al Señor que está en la cárcel, que está enfermo, que no tiene trabajo, que es perseguido; al Señor que está en el leproso –de cuerpo o de alma–, que está discriminado”.
Esta es nuestra misión más actual y permanente, la que mejor responde a los problemas de hoy. Y todos estamos llamados a evangelizar así por medio de la palabra misericordiosa y del servicio que da razón de nuestra esperanza. Frente a una sociedad que sólo ofrece el corto plazo placentero y engañoso, hay una forma de vivir y anunciar la Buena Noticia que todos necesitamos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Vicente Hernández Nolasco, C.M.
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