1Sam 18, 6-9; Sal 55; Mc 3, 7-12.
En este texto Jesús hace posible con sus palabras y obras revelar su identidad, por eso acuden a él de todas partes de los pueblos judíos y gentiles (Galilea, Judea, Jerusalén, Idumea, Transjordania, Tiro y Sidón). Las multitudes de judíos y gentiles, se aglomeran a recibir la sanación de parte de Jesús.
Los fariseos detienen, paralizan a esas multitudes. Los demonios salen por la palabra de Jesús y las enfermedades físicas por ser tocadas. La salida de los demonios se hace de manera estrepitosa, todos gritan y le reconocen como el Hijo de Dios.
Este título contrasta con el título que Jesús se da: hijo del hombre.
El secreto de su nombre según Marcos, tiene varias razones: la primera, Jesús no quiere que su identidad sea proclamada por otros (demonios y discípulos), sino cuando él lo decida y ante quién él lo decida. Jesús quiere mantener en secreto la naturaleza u origen de sus milagros, no los milagros en sí. El espíritu de sus enseñanzas también se le enseña solo a un grupo, pues éstas lo preparan para los conflictos. Otro motivo del secreto mesiánico es la incomprensión de lo que supone su seguimiento: parecerse al Jesús entregado. El Evangelio llama al discipulado, a “negarse a sí mismo” para servir a los demás.
Estos motivos, crean una imagen impresionante de Jesús, que posteriormente nosotros como cristianos tendríamos que asumir, vivir y anunciar ante quienes buscan en Jesús su salud, su libertad y su felicidad.
Dame, Señor, que hoy sepa seguirte y no me excuse de servirte generosamente en los demás.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Vicente Hernández Nolasco, C.M.
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