1Sam 17, 32-51; Sal 143; Mc 3, 1-6.
El Evangelio de este día, sitúa a Jesús en la sinagoga. Sus contrincantes lo observan cuidadosamente en sus expresiones y acciones para poder acusarlo.
Aparece ante él un hombre con una mano tullida ¿Qué es lo que hace Jesús? Al hombre lo pone frente a la asamblea para que todos lo puedan ver, en sábado día que no se trabaja y es consagrado al Señor.
Jesús desvía la mirada de sus adversarios haciendo que la dirijan al enfermo. Jesús les pregunta: “¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado, el bien o el mal? ¿Se le puede salvar la vida a un hombre en sábado o hay que dejarlo morir?”. Ante el silencio de la asamblea Jesús cura al enfermo. Quitar el dolor, el sufrimiento y la enfermedad propia o ajena, hasta vencerla totalmente, esto, no solo no es pecado, sino todo lo contrario, es una obligación primaria de todo hombre y de todo cristiano.
Unas de las actividades más señaladas durante la vida pública de Jesús fue curar enfermos, liberarlos de esa atadura, corrigiendo de una vez para siempre la idea de que la enfermedad es como castigo. Ante el dolor del otro, ante la urgencia de su necesidad, no sirven las excusas del sábado. San Vicente nos decía que, cuando es urgente la atención de un enfermo, dejar de participar en la misa para cuidarlo “es dejar a Dios por Dios”.
Jesús pone al hombre de la mano tullida en medio.
¿Qué clase de cristiano soy, si no pongo en medio de mis preocupaciones y cuidados, al necesitado? ¿Qué clase de comunidad o de familia somos, si no lo hacemos así? “En el centro –nos dice el Papa Francisco– debe estar el hombre y la mujer, como Dios quiere, y no el dinero”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Vicente Hernández Nolasco, C.M.
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