1Sam 16, 1-13; Sal 88; Mc 2, 23-28.
El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. El fruto del trabajo está al servicio de los demás, Dios creó el cielo y la tierra y todo lo que hay en ella, y todo lo entregó al ser humano para que lo sirviera y el séptimo día descansó. De igual manera, el ser humano trabaja para el servicio. Dios procedió: estableció una alianza con la humanidad y ninguna de las partes debería romperla. Si no hay reposo celebrativo, hay rompimiento de la alianza. Ese rompimiento es calificado por la ley como profanación, y se convierte en explotación de los pobres. Es rompimiento de la alianza que implica no querer mantener el contrato con Dios. Esto era parte de lo que estaba ocurriendo y por eso, Dios y Jesús como su Hijo, intervienen de día y de noche, sin descanso liberando al que cae en manos de los ladrones. Por eso, el sábado se hizo para liberar y re~establecer la alianza.
Los discípulos de Jesús hacen lo que es lícito: entrar al campo, y comer los granos dentro del campo para saciar su hambre inmediata. Pero los fariseos, condenan al pueblo a la muerte, malinterpretando la ley. El día del Señor es para liberar al trabajador del ladrón (fariseos, romanos) que recoge toda la cosecha para sí mismos y no le dejan al pueblo más que necesidades, hambre, enfermedad y miseria.
Conocí al señor que “trabajaba” todos los días (domingos incluidos), y almacenaba en sus cuentas bancarias. Se murió, y lo enterraron con muchas flores. En menos de un año, su heredero drogadicto acabó con esas riquezas mal habidas y nunca compartidas.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Vicente Hernández Nolasco, C.M.
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