1 Jn 5, 5-13; Sal 147; Lc 5, 12-16.
“Señor, si quieres, puedes limpiarme”
El evangelio de San Lucas pone en contexto la vida de un leproso que se acerca a Jesús. Un leproso era, para aquella sociedad, como une muerto viviente. Era un desecho humano, separado, pobre, contagioso, impuro, alguien a quien no se podía ni tocar. Al encontrarse Jesús con el leproso, lo toca, él suprime esta ley excluyente, y entra en su mundo, porque él siente compasión, arriesga su vida y su proyecto del Reino de Dios al servicio del marginado y excluido. “Quiero, queda sano”, es decir, ya eres parte de la comunidad nuevamente.
En las acciones de Jesús no puede haber cálculos ni fórmulas mágicas, exige un doble desafío en nosotros sus seguidores, una misión y una evangelización renovadas y que se deben posicionar en clave dinámica, compasiva y que deje de lado la traición ideológica de los poderosos que atacan a los marginados.
Es por ello que nuestras comunidades deben fatigarse para poder seguir a su Señor que pasa a la otra orilla en busca de los marginados, los pobres, los enfermos, los locos, los ancianos, las mujeres maltratadas, los niños que son puestos contra la pared, producto de los instrumentos de exclusión. El Reino de Dios penetra en la historia y exige narrar esa misma historia de manera subversiva, es decir, desde los excluidos que son liberados y vueltos a colocar en la vida social, política, cultural y creyente.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Vicente Hernández Nolasco, C.M.
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