1 Jn 4, 11-18; Sal 71, Mc 6, 45-52.
«Estaba la barca en medio del mar con el viento contrario»
El Evangelio de hoy nos recuerda el episodio de Jesús caminando sobre las aguas y yendo hacia sus discípulos que pasaban dificultades. Jesús, con su palabra y presencia, les infunde fuerza y valentía:“¡Soy yo, no tengan miedo!”. Reconocer la presencia de Jesús en medio de nuestras tormentas, dificultades, truenos y desalientos… es la mejor manera de arreglar la barca de nuestra vida. En la experiencia del encuentro podremos sentir la plenitud de la vida y podremos recibir de él la ayuda necesaria; nos abriremos a que el Jesús encontrado nos encuentre y, en ese encuentro, nos fortalezca.
Este encuentro con Jesús nos hace pensar y gozar de una fe que nos acerca a la belleza de Dios. Esa belleza que brilla de forma creativa en la diversidad de experiencias distintas. Y más que una simple diversidad de estilos de vida; más a fondo radican los diferentes modos de pensar, valorar, sentir, juzgar y elaborar objetivos o ideales. La diversidad es esencial porque nos hace ver y hacer las cosas de otra manera, abre la mente y favorece la creatividad entre miembros de diferentes razonamientos, puesto que la calidad de la vida propia habla a menudo con más fuerza que los contenidos de nuestras palabras.
Este último caso nos parece el más deseable en cuanto implica préstamos mutuos, de unos a otros, y ayuda a la hora de afrontar cambios en el entorno propio, como Jesús con sus discípulos en el momento de la ráfaga de viento.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Vicente Hernández Nolasco, C.M.
0 comentarios