Jn 2, 22-28; Sal 97; Jn 1, 19-28.
Muchos identificaban a Juan como el Mesías o el Cristo; por eso las preguntas
¿Quién eres? ¿El profeta Elías? Juan dijo: “No lo soy”. Juan el Bautista sabe quién es (identidad) y sabe también para qué tarea ha sido enviado (vocación). Por eso el fiel precursor se anticipa a desvirtuar tal creencia, porque la pregunta era capciosa y tenía por objeto inducir a Juan a declararlo como el mesías, pues de esta manera cerraban el paso a Jesús. Juan clarifica “yo bautizo con agua”.
Juan es un profeta como los anteriores del A.T., pero su predicción no es remota como la de aquellos, sino inmediata. Su bautizo era simplemente de contrición y de humildad para Israel, a fin de que reconocieran, bajo las apariencias humildes, al Mesías anunciado como rey y sacerdote. La identidad de todo cristiano se define por aquello que hace, por lo que tiene, por lo que sueña, pero de manera particular sobresale por aquello que es ante Dios. Juan el Bautista sabe quién es, pero sabe también aquello que no es. Esto último es tan importante como lo primero. Él expresa abiertamente: “Yo no soy el Mesías”; tampoco el profeta Elías. Y cuando le preguntan con insistencia: “¿Quién eres, pues?”, el responde que es “una voz que clama en el desierto”. Si supiéramos que no somos el Mesías viviríamos nuestra vocación con mayor libertad; la de servidores útiles a la causa del Reino de Dios y de su justicia. ¡Fin a los profetas falsos!, ya sean políticos, religiosos, institucionales o culturales. Si no somos el Mesías, entonces ¿qué somos? La respuesta es: seguidores de Jesús y promotores del Reino de Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Vicente Hernández Nolasco, C.M.
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