“Hoy, en la ciudad de David, ha nacido… un Salvador”

Is 9, 1-3. 5-6; Sal 95; Tit 2, 11-14; Lc 2, 1-14 (misa de la noche).

Is 52, 7-10; Sal 97; Hb 1, 1-6; Jn 1, 1-18 (misa del día).

¡Alegrémonos, Dios ha nacido entre nosotros! El evangelio de hoy no se cansa de reafirmar lo anunciado por el profeta Isaías. Jesús es la luz que ilumina la oscuridad de los todos los hombres, representados en los pastores que sumidos en la oscuridad de la noche son iluminados con la gloria del recién nacido. Y seguidamente el Ángel les anuncia el nacimiento: Hoy,25 en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor” (v 11). ¿Cuál es la señal? “Encontrarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (v 12). Dios ha hecho todo, ha hecho lo imposible, se ha hecho carne.

Vino con tanta humildad por nuestro bien, a condición de que creamos. Entonces, Dios no puede entrar en mí si yo no le abro mi corazón. Esto me recuerda la siguiente historia:

Un viejo cacique de una tribu estaba teniendo una charla con sus nietos acerca de la vida. Él les dio: “¡Una gran pelea está ocurriendo dentro de mi… es entre dos lobos! Uno de los lobos es la maldad, temor, ira, envidia, dolor, rencor, avaricia, arrogancia, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, orgullo, egolatría, competencia, superioridad. El otro es bondad, alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, empatía, verdad, compasión y fe.

Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes y dentro de todos los seres de la tierra. La pensaron por un minuto y uno de los niños le preguntó a su abuelo: “¿Y cuál de los lobos crees que ganará?”. El cacique respondió, simplemente… El que alimentes”

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jorge Pedrosa Pérez, C.M.