Miq 5, 1-4; Sal 79; Heb 10, 5-10; Lc 1, 39-45.
«Dichosa tú por haber creído…!»
Entre los grandes personajes que prepararon la venida del Salvador está su madre María. Ella es la principal entre todos. Hoy nos volvemos hacia ella que nos enseña a esperar y preparar la venida de su Hijo.
Estamos en la segunda parte del tiempo que nos prepara al nacimiento de Jesús, y María, aparece en el centro del misterio de la Encarnación.
Antes de concebirlo en la carne, María engendra a Jesús en la fe: “¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirán las promesas del Señor” (v 45). Benedicto XVI en Porta fidei nos dice que “por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega”. Así es María, una mujer totalmente para Dios. Pertenece al grupo de los “pobres de Yahvé”, los judíos sencillos que aguardaban con firmísima esperanza la llegada del Mesías.
Como la “Madre del Señor” es la criatura amada por excelencia y enriquecida por el Espíritu Santo que desciende sobre de ella transformándola en templo del Espíritu Santo, que comunica a los demás, como lo muestra el Bautista en su visita. “María acogió con fe a Jesús y con amor lo donó al mundo. Ésta es también nuestra vocación y nuestra misión, la vocación y misión de la Iglesia: acoger a Cristo en nuestra vida y donarlo al mundo…”, nos repite Benedicto, Papa emérito en el rezo del Angelus del 8 de diciembre de 2006.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jorge Pedrosa Pérez, C.M.
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