Sof 3, 14-18; Is 12; Flp 4, 4-7; Lc 3, 10-18.
“¿Llegó tarde la madre Teresa?”
Estamos en el adviento, tiempo de conversión. El Bautista llama a los suyos, invitándolos a vivir esta experiencia volviéndose a Jesús que viene. El cristiano, lleno del Espíritu Santo, con sus obras hace ver su conversión, su experiencia de comunión con Cristo y con los hermanos. Madre Teresa es un ejemplo claro.
Era una reunión de magnates en París. Grandes y poderosos, gobernantes y empresarios… a la que también estaba invitada madre Teresa… Se le permitiría dirigir unas palabras a la respetable asamblea. Pero ¡sorpresa!… llega el momento de cederle la palabra y nadie sabe de ella… ¿qué pasaría? Pasan dos horas y nada saben de ella. Obviamente esperan unas palabras bonitas, protocolares, que no incomoden a nadie, y será excelente.
Cuando ya están a punto de cerrar la sesión, llega madre Teresa. Sube al estrado y dirige sus palabras: “Pido disculpas por el atraso, pero encontré a Cristo tirado en una acera casi muriendo, en un anciano solo y desnutrido. No podía dejarlo así. Él me necesitaba más que cualquiera de ustedes. Les vengo a pedir misericordia para gente como ese anciano. Colaboren para recoger a tanta gente que sigue tirada por las calles. Necesitamos espacios donde congregarlos y darles alimento y una cama digna para que pasen sus últimos días de vida en la tierra con un poco de amor y dignidad. Espero colaboren con esta obra y le den prioridad entre sus asuntos”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jorge Pedrosa Pérez, C.M.
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