Is 25, 6-10; Sal 22; Mt 15, 29-37.
“Un tazón de arroz”
Todos los días una mujer se formaba en una fila con un tazón en su mano para recibir arroz para ella y sus cuatro hijos.
Un día, mientras estaba parada al final de la fila, otra mujer, cargando un bebé y agarrando un niño de la mano, llegó y se formó detrás de ella.
Después de que la primera mujer recibió su ración, se le dijo a la recién llegada que se había acabado todo. Entonces ésta amablemente, le pidió a la otra mujer: “comparte lo tuyo conmigo”, pero ella se rehusó diciendo: “No puedo, porque lo necesito para mi familia”, y se alejó.
No iba muy lejos cuando, pensando bien, se detuvo y regresó a compartir su arroz con la otra mujer diciéndole: “Amiga, perdóname lo descortés y egoísta que me porté contigo. Compartamos este arroz entre nosotras. Por un momento se me había olvidado que el Señor ve nuestras acciones”.
Esta bella historia nos hace pensar en el evangelio de hoy. Mucho o poco, todos tenemos siempre algo que compartir con los demás, sobre todo si están pasando alguna necesidad. ¿Qué tanto compartimos con los demás de lo que tenemos? No interesa lo mucho o lo poco, lo importante es compartir, es mostrar nuestra solidaridad con quien carece de lo necesario y se acerca a nosotros buscando ayuda. ¿Lo que tenemos es sólo para nosotros o estamos abiertos a compartirlo con el hermano? Cuando nos solidarizamos con el otro, no sólo aumentan nuestras cosas, sino que disfrutamos mejor lo que tenemos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jorge Pedrosa Pérez, C.M.
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