Apc 12, 1-5. 14-17; Sal 44, 11-17; Jn 2, 1-11.
¡Alégrense, hijas e hijos, que hoy celebramos la fiesta de nuestra madre la Inmaculada de la Medalla Milagrosa! Así la llamó el pueblo –Milagrosa– por los prodigios que Dios realizaba por su medio. La fiesta tiene su origen en las apariciones de la Virgen María a una joven novicia llamada Catalina Labouré en 1830. Fue voluntad de la Virgen que se acuñara una medalla suya. Y haremos bien si la llevamos con nosotros, no como un amuleto de la buena suerte, sino como amorosa veneración y empeño de parecernos a esta mujer que es la madre de Jesús y la nuestra.
“Oh María sinpecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”. Así le rogamos –con esta jaculatoria–, que ruegue a Dios por nosotros. Mira, madre nuestra, somos pobres, pecadores, frágiles. Tenemos el corazón reseco y necesitado del vino del Reino. Tú, madre nuestra, tan llena de fe, le dijiste a Jesús: “¡No tienen vino!”; díselo de nuevo por nosotros para que él inunde nuestras viejas tinajas de su amorosa alegría.
Somos los hermanos pequeños de Jesús, ayúdanos, madre, a “hacer lo que él nos diga” y, contigo, cantaremos tu Magníficat al Dios que nos salva.
“¡Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti!”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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