“Le salieron al encuentro diez leprosos”
Sab 6, 1-11; Sal 81; Lc 17, 11-19.
“Ten piedad de nosotros” –le suplicaron los diez leprosos. Y por el camino, mientras iban a presentarse a los sacerdotes, quedaron curados. Uno de ellos volvió a darle las gracias. “¿Dónde están los otros nueve?”, preguntó Jesús.
¿Dónde estamos? La sociedad nos enseña que todo se nos debe; los políticos (para que les des su voto) confeccionan listas y listas de derechos. ¿Quién nos enseña a dar gracias? La gratitud es la elegancia del alma, la raíz de la vida cristiana, el motivo de la conversión, el perfume del camino del seguimiento, el asombro de sabernos amados. La ingratitud, por su parte, es la marca de las almas pequeñas, de los espíritus de encogida imaginación. El milagro de una sola flor sería bastante para arrodillarnos y cantar de gratitud. Y, si hemos tenido lepra o pecados y fuimos capaces de no culpar a los demás y de clamar a Jesús: “¡Ten piedad de nosotros!”, y nos sabemos curados por él o perdonados, ¿no te parecerá escaso el tiempo para llenarlo de acción de gracias?
Si te pidieran hacer una lista de agravios recibidos y otra de los dones que te dieron, ¿cuál te saldría más rápidamente y más larga?
¿Dónde están los otros nueve? ¿Soy uno de ellos?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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