Rom 13, 8-10; Sal 111; Lc 14, 25-33.
“Si alguien quiere ser mi discípulo y no me ama más que a su padre y madre, a su mujer y a sus hijos…”
Si el centro afectivo no está evangelizado, ¿cómo podrá estarlo el resto de tu vida o de la mía?Sin amor afectivo a Jesucristo, ¿cómo tendríamos el amor efectivo que se encarna en obras y verdad?
De esto nos habla Jesús en el evangelio de hoy, de amarlo más que a los padres, esposos o hijos y más que a la propia vida. (Y padres, esposa~esposo e hijos saldrán ganando. Recibirán un mor más fuerte, fiel, cercano y generoso). Dios es amor y, si participamos de él, participaremos también de su fortaleza y de su misericordiosa fidelidad.
¿Es posible? La prueba la tenemos hoy ante los ojos: Miles de cristianos de hoy –hombres, mujeres, jóvenes y niños– son martirizados a manos de los islamistas–Yihadistas por no apostasiar de Jesucristo. Un cristianismo apagado y líquido apenas lo entiende, pero así ha sido y así sigue siendo en el cristianismo real.
Cerca de donde escribo, hay tres o cuatro plantas de agapanto o flor del amor. Son sufridas y toleran cualquier tipo de suelo, bajo el sol o entre la sombra. Esta es la flor del amor que quiero tener, es la que pido para responder al que se me dio del todo y al que me lo pide todo. Lo demás, el Señor Jesús nos lo dará de añadidura.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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