El P. Patrick Griffin continúa sus consideraciones sobre el Año de la Vida Consagrada en este artículo: «Sobre la atención que se ha de prestar»:
¿Pueden imaginarse la Historia Vicenciana terminando de otra manera?
Supongamos que todo empezase de manera similar, pero que luego algo la cambiara. Conocemos la historia. Al principio, Vicente de Paúl lleva a cabo su ministerio en Clichy para luego ir a trabajar para los Gondi. Continua la historia, y se suceden su encuentro con el campesino en Gannes y su predicación en Folleville. En Chatillon observa la generosidad del pueblo al servicio de la familia afectada y esto lleva a las Caridades. Cuando regresa con los Gondi, que ocupa de la obra de predicar las misiones y comienza a atraer hacia sí a sacerdotes y hermanos de mentalidades semejantes. Dondequiera que él o sus sacerdotes iban a predicar, se establecen las Caridades para la atención de los lugareños en necesidad. A medida que comienza a trabajar más ampliamente en París, conoce la generosidad de mujeres ricas y bien establecidas. Se convierten en sus Damas de la Caridad y en el recurso básico para el servicio a los pobres, gracias a sus corazones caritativos y su voluntad de ser guiadas por la visión de Vicente. Estas influyentes mujeres hacen posible el cuidado de los más marginados. Si llega el caso, muchas veces, estas mujeres envían a sus sirvientas para llevar a cabo el servicio con sus propias manos. Esta realidad no se corresponde con el sentido de servicio de Vicente, pero, tal vez, representa lo mejor que se podía hacer en aquella situación. Cuando conoce a la competente, y a veces difícil, Luisa de Marillac, juntos desarrollan un medio eficaz para responder a las necesidades de su tiempo a través de las Caridades y de las Damas de la Caridad.
Sabemos que Luisa, como Vicente, es muy inteligente. Ella tiene una buena educación, tanto en sentido clásico como práctico. Durante la grave enfermedad de su marido, ella tiene su experiencia lumière [iluminadora] en Pentecostés. El Espíritu ofrece una dirección y un propósito a su vida. A la muerte de su marido, se acerca a Vicente y comienza a estar cada vez más involucrada en dar orientación a las Caridades y en asociarse con las Damas de la Caridad. En estos esfuerzos descubre la manera de hacer el mejor uso de su formación y educación, a favor de los pobres.
No se requiere ser un «genio» de la Familia Vicenciana para descubrir que algo falta. ¡No hay creación de la Compañía de las Hijas de la Caridad! Vicente dice a las Hijas:
«Se lo he dicho muchas veces, hermanas: pueden estar seguras de que Dios es su fundador, pues puedo decir, delante de él, que nunca en mi vida yo pensé en ello, y tampoco, creo, lo hizo la señorita Le Gras». (VdP, CCD 9. L. 24, p. 192)
Tenemos que escuchar cuidadosamente las palabras de Vicente. Tanto él como Luisa estaban algo desorientados en cuanto a cómo servir, de manera más eficaz, a los pobres y sus necesidades, en el mundo en el que vivían. ¡Buscaban una respuesta que estaba justo bajo sus narices! La solución de Dios tuvo que presentarse a ellos, en persona, y darse a conocer: Margarita Naseau. A pesar de su inteligencia y deseo de hacer el bien, necesitaban aprender de alguien de menos formación. Su disposición a prestar atención fue, sin embargo, lo que trajo el triunfo. No obstante, fue ella, Margarita Naseau, quien marcó la diferencia.
Me gustan mucho las historias del Evangelio de después de la Resurrección, cuando María Magdalena tiene oportunidad de hablar con Jesús, mas no lo reconoce. Él está ahí, mirándola a la cara, pero ella no lo ve porque está buscando algo más. Jesús tiene que llamarla por su nombre antes de que ella permita a sus ojos centrarse en el objeto de su deseo, que se encuentra a solo pasos de distancia (observamos cómo, más adelante, los discípulos camino a Emaús tienen una experiencia similar).
Podemos imaginar con qué frecuencia Vicente y Luisa vieron a estas mujeres jóvenes y fuertes en sus viajes y en los pueblos, pero la santa pareja nunca hizo la conexión con el ministerio que trataban de lograr. Fue necesario que Margarita se presentase ante ellos y explicase cuál podría ser la solución que buscaban. ¡Podemos imaginar una imagen de comic, en la que una bombilla se ilumina sobre las cabezas de nuestros Fundadores! ¿Cree usted que Vicente pensó en este primer encuentro, cuando más tarde habló sobre la fundación de la Compañía como solo obra de Dios?
La Familia Vicenciana tiene que seguir prestando atención a la sabiduría que nos rodea y, en particular, la que llega de lugares en los que (tal vez por nuestro orgullo, tal vez por nuestras distracciones) no estamos dispuestos a reconocerla. Aquellos con quienes y para quienes servimos, tienen mucho que enseñarnos. Las circunstancias de nuestro tiempo y nuestra vida pueden ser las formas con las que el Señor nos señala el camino hacia un servicio mejor y más colaborativo. En estos asuntos, Margarita puede ser nuestra inspiración. Esta disposición a estar atentos puede ser la diferencia que cambia nuestra historia.
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