Rom 6, 12-18; Sal 123; Lc 12,39-48.
“A quien mucho se le dio, mucho se le pedirá”
Todos somos como el mayordomo –del evangelio de hoy– que el señor puso “para repartir a los demás la ración de trigo”. Para dar a los demás el amor, la ternura, los cuidados, el respeto y la ayuda que necesitan. Y el Señor nos ha dotado de los medios para hacerlo.
Algunos piensan que no tienen nada, que no valen nada, que no pueden nada. Son menospreciadores de los dones recibidos y desagradecidos hacia quien se los dio. Es una manera de justificar la pasividad y la falta de compromiso con sus prójimos necesitados. Otros hay, ensoberbecidos y abusadores de los demás. Se creen la nata del universo. Usan sus dones como si ellos se los hubieran dado a sí mismos, y miran a los demás con menosprecio y prepotencia, o desde la fuerza que abusa y despoja a los demás. Otros más reconocen sus dones, y saben que la manera verdadera de dar las gracias a Dios, por esos dones, es ponerse a servir a los demás la “ración” que necesitan.
Al que, creyendo que el Señor tardará en llegar, se pone a banquetear y a golpear a sirvientes y sirvientas, el Señor lo tratará como a los traidores. Éstos recibieron mucho, pero no correspondieron.
¿Y nosotros? ¿Correspondemos a lo mucho recibido? ¿Qué hice ayer, qué voy a hacer hoy?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: María Elena Quiñonez, H.C.
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