Jl 4,12-21; 2,1-2; Sal 9; Lc 11, 15-26.
“El que no recoge conmigo, desparrama”
En el mismo evangelio de san Lucas (9, 50), hemos leído: “El que no está contra nosotros, está con nosotros”. Ahora leemos: “El que no está conmigo, está contra mí”. No hay contradicción. Allí se trataba de uno que, sin ser del grupo, expulsaba demonios invocando el nombre de Jesús; aquí se trata de quienes no se implican con Jesús para expulsar lo que impide la llegada del Reino. Jesús no nos deja opciones para sestear en la indecisión. Nos invita a que tomemos una postura clara.
No optar por el Reino es optar en contra del Reino. Aquí no existen los neutrales. Y el Señor que nos quiere bien, nos pide que no seamos tibios, que nos comprometamos claramente. Me dice y te dice: No te laves las manos, no dejes la sociedad en manos de los corruptos. No te apuntes a la cobarde neutralidad de los “buenos”, de esos que van de “Jerusalén a Jericó” y pasan de largo ante el herido del camino. O de esos que hacen un cristianismo a la carta y expulsan de él el escándalo de la cruz.
Jesús es el que me pude liberar de la indecisión; acerquémonos a él para que nos transforme en verdaderos seguidores y colaboradores suyos. Es nuestra dicha. No la retrasemos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: María Elena Quiñonez, H.C.
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