Neh 8, 1-4. 5-6. 8-12; Sal 18; Lc 10, 1-12.
“Los trabajadores son pocos.”
Recuerdo con cariño un grupo que me enseñó a conocer a Jesucristo. Ya hace años de esto hermosa gracia. Todos en el grupo tenían una sed muy grande de Dios, había algunos matrimonios, gente joven, una madre que no sabía dónde estaba su hijo, pues se había ido de migrante, otros mayores, un señor con dificultad para moverse… Él vivía solo, porque su familia lo abandonó a raíz de su enfermedad. El centro de este grupo era la Palabra de Dios, nos guiaba un sabio sacerdote que nos alentaba a integrarnos y servir a los demás en algún ministerio de la parroquia.
¿Por qué les digo esto? Porque el Reino de Dios está entre nosotros. En el Evangelio, el Señor nos llama a llevar Paz (la Paz que viene de Dios), ser paz en el lugar en el que nos encontremos; “sanar enfermos”, ser capaces de sanar el corazón del otro, ser consuelo; pero para ello necesitamos ir a la fuente, reconociendo la sed que hay en nuestro corazón y acercarnos a Aquel que primero nos curará, nos llenará de su Paz y luego nos lanzará a compartir esa experiencia de Dios con los otros.
El haber compartido con este grupo, sus dificultades, sus alegrías, su alabanza, su fe, su reconocer que sólo en el Señor encontrarían el consuelo y la Paz, me ayudaron a disponer mi corazón también al encuentro con Él. Él se manifiesta en lo sencillo y así como el Padre lo envía a Él, Él nos envía, y no nos enviará sin darnos lo que necesitamos para servirlo en los demás.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: María Elena Quiñonez, H.C.
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