Durante estos días, estamos siendo testigos, por los diversos medios de comunicación, de la terrible, dramática e indescriptible situación de cientos de miles de refugiados y desplazados que huyen del hambre, de la guerra, de la muerte, de la miseria y de la persecución. La mayoría de ellos son sirios que buscan desesperada y angustiosamente un sitio para vivir con un mínimo de dignidad.
Se trata de la mayor crisis migratoria y del mayor éxodo que se ha conocido en mucho tiempo en Europa. Un éxodo que encoge y destroza el corazón cuando vemos las imágenes de niños enfermos y ahogados, madres desesperadas y rotas por un dolor sobrehumano, jóvenes al límite de sus fuerzas, ancianos arrastrando su maltrecha vida y su horror por caminos desconocidos y sin salida.
Ante este panorama desolador, las principales Diócesis españolas están tomando la iniciativa. Madrid, Barcelona, Málaga, Valencia o Compostela, entre otras Diócesis, han anunciado una batería de medidas que se suman a los comunicados de la Conferencia Episcopal, Cáritas, Confer, Justicia y Paz o Acción Católica. Por ejemplo, en Madrid, el Arzobispo D. Carlos Osoro ha convocado una “Mesa por la hospitalidad en la Iglesia en Madrid”, para abordar la situación de los refugiados y desplazados que llaman a las puertas de Europa y dar una respuesta conjunta y coordinada.
En nuestra condición de ciudadanos, de cristianos y de vicencianos, nos adherimos a todas estas iniciativas concientizadoras y solidarias. Y, como muestra de adhesión, transcribimos el comunicado que han firmado y han hecho público tres organizaciones de la Iglesia como “Cáritas española”, “Confer” y “Justicia y Paz”.
También ponemos algunas imágenes que, aunque ya han aparecido en los medios de comunicación, nos ayudan a no olvidar el grito de dolor y de petición de ayuda de nuestros hermanos.
El comunicado dice así:
“Madrid, 3 de septiembre de 2015
Los sangrantes e inhumanos acontecimientos de los que estamos siendo testigos en la Frontera Este (Serbia, Grecia, Macedonia…), apenas un par de meses después de la presentación de la Agenda Europea de Inmigración, además de un saldo en vidas, en dramas humanos, arroja un saldo de ineficiencia política inaceptable en términos de dignidad y defensa de los Derechos Humanos, que nuestra sociedad no puede permitir.
No es solo una crisis humanitaria. Es el estrepitoso fracaso de una política mal llamada migratoria y que se reduce a un indecente y millonario control de flujos (Frontex, Eurosur…) sostenido sobre el discurso del miedo a la invasión del diferente. Los Cayucos, Lampedusa, Ceuta y Melilla, la situación en Serbia, Grecia o Macedonia son consecuencias estructurales de esa desenfocada política, no las causas.
No es solo una crisis de refugiados. No podemos, ni debemos quedarnos sólo en una respuesta de emergencia a todas esas personas que, efectivamente, necesitan de nuestra protección. La realidad que hoy vivimos, es el resultado de una falta de políticas coherentes que aborden la complejidad de las causas que motivan la movilidad humana. Falta de coherencia en política exterior, en política económica, en políticas de cooperación para el desarrollo.
Es el resultado de una ausencia de política de cooperación para el desarrollo que olvida que detrás de cada decisión de abandonar una casa, un trabajo y una vida hay una causa de expulsión (la guerra, la falta de oportunidades, el cambio climático…) y personas a las que proteger y garantizar sus Derechos Humanos.
Es el momento de abordar el reto que, como sociedad, ya estamos afrontando; impidiendo que estos sucesos que nos llenan de dolor y vergüenza se produzcan de forma cíclica. La única solución propuesta por los gobiernos, la vía de la seguridad, no es viable, ni en términos de humanidad, ni en términos políticos.
Es el momento de reconocer al otro, al diferente, no como un invasor sino como un igual con los mismos derechos, como un aporte positivo a nuestra sociedad mestiza; cómo un hermano en dificultad para el que hay que buscar un sitio, aunque estemos más estrechos.
Europa y España no pueden perder esta oportunidad para repensar sobre las políticas desarrolladas hasta ahora, para proteger a las personas que intentan llegar a nuestro territorio, para invertir en políticas para el desarrollo y en políticas de integración.
Nos unimos al mensaje del Papa Francisco que en su reciente viaje a América Latina animaba a la comunidad cristiana y a toda la sociedad a no tener miedo y a pedir un cambio: “… un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos… Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana madre tierra”.
Estamos huérfanos de una verdadera política de migraciones. Pedimos a los gobernantes que asuman con proactividad el reto histórico de parar de construir vallas, muros y rejas, proponiendo soluciones y políticas que pongan en el centro a las personas:
- Creando vías de protección y acogida efectivas para los refugiados.
- Generando y desarrollando más vías legales de acceso a nuestro territorio a las personas migrantes.
- Visibilizando que la movilidad humana es siempre una oportunidad para nuestra vieja Europa y no un riesgo.
Tenemos un gran reto como sociedad, dignificarnos como seres humanos, haciendo un sitio en nuestra casa y buscando caminos nuevos por los que todos podamos transitar”.
Tomado de misionerospaules.org
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