La reciente encíclica del Papa Francisco contiene mucho para una Hija de Caridad y para los que comparten el carisma de San Vicente y Santa Luisa. Reflexionemos en algunos de sus puntos a través de los ojos de una Hija de la Caridad.
En los Estatutos de las Hijas de la Caridad leemos,
Convencidas de que los bienes de la tierra constituyen un patrimonio común, favorecen el uso responsable de los recursos naturales y la distribución equitativa de los bienes. (E. 8d)
De la encíclica,
El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos. (95) En el mismo párrafo el Papa cita a los obispos de Nueva Zelanda que nos recuerdan que “« un veinte por ciento de la población mundial consume recursos en tal medida que roba a las naciones pobres y a las futuras generaciones lo que necesitan para sobrevivir”.
Los estatutos de las Hijas de la Caridad nos llaman a ser conscientes de cómo usamos los bienes y los recursos de la tierra:
Las Hermanas hacen con frecuencia una revisión personal y comunitaria en la que disciernen: sus necesidades reales, el uso que hacen de los bienes y de los recursos de la tierra, su estilo de vida y sus deberes de justicia y caridad. Es un medio para conservar el espíritu y la práctica de la pobreza. (E. 16a)
Estos textos me llevan a preguntarme: ¿Cómo puedo vivir yo para que el uso de los bienes del mundo no roben a los pobres lo que ellos necesitan para sobrevivir?
El Papa Francisco habla sencillamente y con fuerza, recordándonos que estamos todos unidos en este planeta; que cada uno ha de buscar al otro, especialmente a los más pequeños entre nosotros. Su gran preocupación por los pobres es evidente:
Por ejemplo: la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado… (16)
Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable. (30)
“Tanto la experiencia común de la vida ordinaria como la investigación científica demuestran que los más graves efectos de todas las agresiones ambientales los sufre la gente más pobre ” (48, citando a la Conferencia Episcopal de Bolivia)
Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre de un embrión humano, de una persona con discapacidad – por poner sólo algunos ejemplos–, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza. Todo está conectado. (117)
La tradición Vicenciana es muy clara en su compromiso con la dignidad de cada persona, no importa su estado en la vida:
“Y porque Dios ha mandado que cada uno tenga cuidado de su prójimo, y todos nos hemos de ayudar mutuamente, como miembros del mismo cuerpo místico, (Reglas Comunes de la Congregación de la Misión, nº 17″)
“Tenéis una vocación que os obliga a asistir indiferentemente toda clase de personas, hombres, mujeres, niños y en general a todos los pobres que os necesiten” (San Vicente, IXb, pág. 1010)
El Papa Francisco no nos pide menos:
“Pero hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres. … ” (49)
“todo planteo ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados”. (93)
“El rico y el pobre tienen igual dignidad… ” (94)
Estoy llamada de nuevo a cuestionarme: Mi modo de vida ¿cómo refleja que creo verdaderamente en la igualdad de los ricos y los pobres?
Las Constituciones nos dicen:
“Las Hijas de la Caridad tienen la preocupación constante por la promoción de la persona en todas las dimensiones de su ser. Por eso se ponen a la escucha de sus hermanos y hermanas para ayudarles a tomar conciencia de su propia dignidad y a ser ellos mismos los agentes de su promoción… Se comprometen a trabajar en el plano social para cambiar las estructuras injustas que engendran pobreza. (C. 24e)
La encíclica hace una llamada a la conversión, a una nueva forma de vivir. ¿Estoy preparada y deseo tomar las opciones que reflejan mis convicciones?
El corazón de esta Hija de Caridad se conmueve sobre todo cuando Papa Francisco llama al mundo a reconocer la dignidad de personas que viven en la pobreza:
En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres. Esta opción implica sacar las consecuencias del destino común de los bienes de la tierra, pero, como he intentado expresar en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, [123] exige contemplar ante todo la inmensa dignidad del pobre a la luz de las más hondas convicciones creyentes. Basta mirar la realidad para entender que esta opción hoy es una exigencia ética fundamental para la realización efectiva del bien común. (158).
Hagamos nuestra la oración cristiana del final de la Encíclica:
Oración cristiana con la creación
Te alabamos, Padre, con todas tus criaturas,
que salieron de tu mano poderosa.
Son tuyas, y están llenas de tu presencia y de tu ternura.
Alabado seas.
Hijo de Dios, Jesús,
por ti fueron creadas todas las cosas.
Te formaste en el seno materno de María,
te hiciste parte de esta tierra,
y miraste este mundo con ojos humanos.
Hoy estás vivo en cada criatura
con tu gloria de resucitado.
Alabado seas.
Espíritu Santo, que con tu luz
orientas este mundo hacia el amor del Padre
y acompañas el gemido de la creación,
tú vives también en nuestros corazones
para impulsarnos al bien.
Alabado seas.
Señor Uno y Trino,
comunidad preciosa de amor infinito,
enséñanos a contemplarte
en la belleza del universo,
donde todo nos habla de ti.
Despierta nuestra alabanza y nuestra gratitud
por cada ser que has creado.
Danos la gracia de sentirnos íntimamente unidos
con todo lo que existe.
Dios de amor,
muéstranos nuestro lugar en este mundo
como instrumentos de tu cariño
por todos los seres de esta tierra,
porque ninguno de ellos está olvidado ante ti.
Ilumina a los dueños del poder y del dinero
para que se guarden del pecado de la indiferencia,
amen el bien común, promuevan a los débiles,
y cuiden este mundo que habitamos.
Los pobres y la tierra están clamando:
Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz,
para proteger toda vida,
para preparar un futuro mejor,
para que venga tu Reino
de justicia, de paz, de amor y de hermosura.
Alabado seas.
Amén.
Tomado de http://filles-de-la-charite.org/es/
0 comentarios