Sobre la Evangelii Gaudium
Desde los primeros numerales, se nos invita a estar alegres por haber recibido el Don de la Misión. Es un don que se ha convertido en exigencia y que se debe realizar con alegría. Esta alegría, que llena el corazón y la vida del que se encuentra con Jesucristo; esa alegría que nos salva y nos libra del pecado; de la tristeza, del vacío interior y del aislamiento. Cf.EG1. Jesucristo es la fuente de la alegría, con él nace y renace este don de Dios.
La urgencia de evangelizar
La alegría del encuentro con el Señor lleva a salir de sí mismo e ir al encuentro de los que no lo conocen. Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo (EG 49). Y si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. No podemos quedarnos tranquilos en la espera pasiva en nuestros templos. Hace falta pasar de una pastoral de conservación a una pastoral decididamente misionera (EG 15). Abandonar el cómodo criterio pastoral del «siempre se ha hecho así» (EG 33).
Ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades (EG 33). Salir de la propia comodidad y atrevernos a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio (EG 20). Que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo (EG 23). Confiar en la potencialidad de la Palabra, una potencialidad que no podemos predecir (EG 22). Aceptar la libertad de la Palabra, que es eficaz a su manera, y que suelen superar nuestras previsiones y romper nuestros esquemas (EG 22). Atrevernos a “primerear” y, sabernos involucrar (EG 24).
Salir a evangelizar
Para responder a la nueva evangelización y la transmisión de la fe (EG 16). Para invitar a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría del Evangelio (EG 1). Indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años (EG 1).
Para que renovemos “ahora mismo” nuestro encuentro personal con Jesucristo o, al menos, tomemos la decisión de dejarnos encontrar por Él. (EG 3). Para invitarnos a romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrar a Jesucristo, que nos sorprende con su constante creatividad divina (EG 11). Para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están (EG 25)
Modo de anunciar el mensaje
Con el mismo Espíritu, que inspiró los Evangelios y que actúa en el Pueblo de Dios. (EG 139). Como una madre que le habla a su hijo, sabiendo que el hijo confía que todo lo que se le enseñe será para bien porque se sabe amado (EG 139). Con un ámbito materno-eclesial en el que se desarrolla el diálogo del Señor con su pueblo debe favorecerse y cultivarse mediante (EG 140): la cercanía cordial del catequista, la calidez de su tono de voz, la mansedumbre del estilo de sus frases, la alegría de sus gestos. Que el mensaje tenga olor a evangelio (EG 39).
El lenguaje
Así como a todos nos gusta que se nos hable en nuestra lengua materna, así también en la fe nos gusta que se nos hable en clave de «cultura materna», en clave de dialecto materno (cf. 2 M 7,21.27), y el corazón se dispone a escuchar mejor.
Por: Wilmer Alfredo Ramírez Ruiz, teólogo de la Congregación de la Misión, provincia de Zaragoza.
Del Boletín del Teologado de la Prov. de América Central
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