Expectativas para el Año de la Vida Consagrada

por | May 12, 2015 | Reflexiones | 0 comentarios

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Con motivo del Año dedicado a la Vida Consagrada, el Papa Francisco escribió una carta a todos los consagrados el pasado 21 de Noviembre de 2014 en la que formula sus expectativas ante este acontecimiento. Merece la pena recordarlas porque pueden iluminar también la vivencia de nuestra fe cristiana como vicentinos.

Francisco espera, en primer lugar, que haya alegría, porque “donde hay religiosos hay alegría”. Si Dios colma nuestros corazones, nos manifiesta su amor tan grande, nos redime con su entrega en la cruz y abre para todos los seres humanos el horizonte de la resurrección, la alegría tiene que ser el distintivo del cristiano. Una alegría que los consagrados han de vivir con total intensidad por haber experimentado en su vida la llamada de Dios y por estar respondiéndole cada día apoyados en su gracia. Incluso en la realidad del dolor y el sufrimiento hay que saber vivir la “perfecta alegría” porque ahí podemos reconocer el rostro de Cristo, semejante en todo a nosotros hasta someterse a la cruz.

Espera, en segundo lugar, el Papa que los consagrados despierten al mundo, “porque la nota que caracteriza la vida consagrada es la profecía”. Se trata de ser profeta, como Jesús; de recibir de Dios la capacidad de conocer e interpretar la realidad; de ser capaces de discernir, denunciando el mal y la injusticia y anunciando la llegada del Reino de Dios. El profeta está de parte de los pobres y de los indefensos. Vive la lógica del Evangelio y fermenta la realidad con el testimonio creyente. A veces, la carga es pesada y el compromiso exigente, pero el profeta sabe que Dios está con él y lo acompaña.

Espera igualmente Francisco que los consagrados sean expertos en comunión: capaces de “hacer de la Iglesia la casa y la escuela de comunión”. Los consagrados han de vivir la fraternidad de tal modo que la vayan haciendo crecer como en círculos concéntricos allí donde habitan. Invita el Papa, por eso, a superar las críticas, los chismes, las envidias y los celos; y a adentrarse con más interés en el camino de la caridad. Es cuestión de “activar la mística del vivir juntos”, haciendo de la vida “una santa peregrinación” que nos va abriendo a todos los seres humanos, más allá de las diferencias entre unos y otros. El esfuerzo de la comunión entre los distintos carismas en la Iglesia y con todos los presbíteros y laicos será un signo ante el mundo de la fraternidad que anhelamos y queremos construir.

Espera, además, el Papa de los consagrados y de todos los miembros de la Iglesia que salgan de sí mismos para ir a las periferias existenciales. Hay toda una humanidad de dolor, sufrimiento y vacío anhelando nuestra esperanza. Los religiosos se revitalizarán saliendo de sus centros y acercándose a los márgenes. Encontrarán vida dando vida, esperanza dando esperanza y amor amando. Desde ahí la llamada de Francisco a aligerar las estructuras, reutilizar las grandes casas en favor de la evangelización y la caridad y adaptarse a las nuevas necesidades.

Y espera finalmente Francisco que los consagrados se pregunten cómo responder hoy a lo que Dios y la humanidad les piden. Cómo intensificar la vida de oración y la experiencia espiritual para acompañar a los que buscan una vida espiritual más intensa o tienen necesidad de apoyo moral o material. Cómo profundizar en la práctica de la caridad para dar testimonio del Evangelio y de su fuerza transformadora en el mundo. “Nadie debería eludir este Año una verificación seria sobre su presencia en la vida de la Iglesia y su manera de responder a los continuos y nuevos interrogantes que se suscitan en nuestro alrededor, al grito de los pobres”.

Esas cinco expectativas del Papa Francisco para la vida consagrada son también expectativas que se deben esperar de toda forma de vida cristiana, y específicamente de nosotros los vicentinos. Porque el Papa está apuntando con su planteamiento a los cimientos mismos de la experiencia cristiana.

La alegría ha de ser, en este sentido, virtud propia del vicentino. Porque ha descubierto la presencia de Dios Padre en su vida; porque se sabe partícipe de la redención en Cristo; porque está alentado por la gracia del Espíritu; porque en el servicio a los pobres ha encontrado su vocación y su misión dentro de la Iglesia. “Los vicentinos sirven a los pobres con alegría”, dice la Regla (1.8) Una alegría que se refleja en su talante afable y que se manifiesta en su presencia ilusionada.

El testimonio profético es otra de las cualidades del vicentino, que “sueña con una sociedad más justa, donde se fomenten los derechos, responsabilidades y desarrollo de todas las personas… Los vicentinos escuchan la voz de la Iglesia que exige que participen en la creación de un orden social más equitativo y compasivo, fomentando la cultura de la vida y la civilización del amor” (Regla 7.2) El profeta Jesús anunció el Reino de Dios y dio signos de la presencia de ese Reino en el mundo. Esa es también la labor del vicentino, que hace del compromiso con el Reino de Dios el núcleo de su vocación y su misión.

La comunión es, además, esencial en la espiritualidad vicenciana. Se nos llama precisamente a “caminar juntos hacia la santidad, porque la verdadera santidad es la aspiración a la unión con Cristo en el amor” (2.2) Esa comunión no se vive tan sólo al interior de las Conferencias, sino que se expresa en los hermanamientos y la solidaridad entre conferencias y consejos (4.1) en la estrecha relación con otras ramas de la Familia Vicenciana (4.3) en la estrecha relación también con la Jerarquía de la Iglesia (5.1) en su compromiso ecuménico y la cooperación  en trabajos de caridad y justicia (6.1)  en la colaboración con otras creencias dentro de cada país (6.2) y con las Agencias Estatales y otras entidades caritativas (6.7)

Por su propia vocación, el vicentino se sabe siempre en salida, de manera que las visitas y la cercanía a los necesitados son desde el principio rasgo típico de su misión de caridad (1.5) Pretende de esa manera hacer presente a Cristo y a la Iglesia allí donde hay personas que sufren y “transforma su preocupación en acción y su compasión en amor práctico y efectivo” (2.2) Podemos, por tanto, en este año los vicentinos sintonizar con las expectativas del Papa y tratar de darles respuesta viviendo nuestra espiritualidad de caridad y misión.

Padre Santiago Azcarate C.M.
Asesor Religioso Nacional de la SSVP en España
Tomado de ssvp.es

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