Amistad y evangelización en la tradición vicenciana

por | May 12, 2015 | Formación | 0 comentarios

church13Mis lecturas a lo largo de los años me han ido dando la convicción de que la relación entre la amistad y la evangelización no sólo tiene una fundamentación bíblica sino que es una de las claves para entender el carisma y la misión vicencianas. En este artículo voy a usar el ‘Pequeño Método’ para estudiar la naturaleza de esa relación y los motivos y medios que tenemos para cultivarla.

I. Amistad y evangelización en la iglesia del Nuevo Testamento

La comunidad del Nuevo Testamento pensaba que hay una relación muy estrecha entre la amistad en la vida de comunidad y la evangelización. San Lucas describe esa relación en Hechos 4, 32 de esta manera: «La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo lo tenían en común. Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía. No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta, y lo ponían a los pies de los apóstoles. y se repartía a cada uno según sus necesidades.» (traducciones de la Biblia de Jerusalén).

Varias observaciones se pueden hacer sobre esos versículos. El primero de ellos es un eco de la que decían los griegos, los romanos y los judíos sobre la naturaleza de la amistad. Por ejemplo, en el siglo V antes de Cristo Pitágoras fundó una comunidad de amigos sobre estas cuatro ideas:

  • Los amigos comulgan en un mismo espíritu. Años más tarde Aristóteles vino a decir que «la amistad es un alma única que vive en dos cuerpos.»
  • Los amigos tienen todo en común.
  • Los amigos son iguales; la amistad es una señal de igualdad.
  • El amigo es otro yo.1

El más notable pasaje del Antiguo Testamento acerca de la amistad en Sir 6,14-18 recibió tal vez la influencia del pensamiento griego después de la conquista de Palestina por Alejandro Magno.2 La amistad entre David y Jonatán tal como aparece en I Sam 18, 1-5, es el ejemplo supremo de este ideal: «El alma de Jonatán se apegó al alma de David, y le amó Jonatán como a sí mismo…; hizo Jonatán alianza con David, pues le amaba como a sí mismo. Se quitó Jonatán el manto que llevaba y se lo dio a David, su vestido y también su espada, su arco y su cinturón.»

Cicerón nos da un eco de este ideal greco-judeo cuando escribe: «Todo lo que puedo hacer es animarte a colocar la amistad por encima de todo otro interés humano que puedas imaginar. Nada hay en el mundo tan en harmonía con nuestra naturaleza…La verdadera amistad es más fuerte que el parentesco, pues éste puede darse sin benevolencia, pero no así la amistad…Se podría definir la amistad como una identidad de sentimientos total sobre todo lo que hay en el cielo y en la tierra, una identidad que viene a ser reforzada por la benevolencia y el afecto. Aparte del don de la sabiduría, creo que la amistad es el mayor regalo de los dioses a la humanidad…Además, la amistad tiene como raíz la bondad moral, sin la cual no puede existir».3

No estaría descaminado el pensar que San Lucas quiso conscientemente decir que, gracias al poder transformador de la gracia, los primeros cristianos vivían estos antiguos ideales de la amistad: unidad de corazón y de mente que se expresa en la comunidad de bienes. Aunque algunos de los miembros de la iglesia primitiva pueden haber sido amigos íntimos, no me parece que San Lucas quisiera decir que todos los cristianos compartían unos con otros sus sentimientos y pensamientos más íntimos. Tenían un solo corazón y una sola alma en cuanto participaban de la mente y del corazón de Cristo. San Pablo parece apoyar esta interpretación cuando dice en Filp 2, 2-5: «Sed todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos…Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo». Este mismo ideal se propone en otras cartas del Nuevo Testamento: Rom 15, 5-6; l Cor 1, 10; l Pedro 3, 8.

Lo que importa realmente es el hecho de que San Lucas introduce una idea sobre la evangelización en el corazón mismo de un pasaje sobre las relaciones de la comunidad: «Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía». Con lo cual parece querer decir esto: una relación de amor en la comunidad y la verdadera evangelización del mundo van íntimamente unidas. Y así aparece por una serie de razones:

  • Tal como lo muestra el pasaje de los dos discípulos camino de Emaús, el Jesús resucitado es objeto de experiencia en la comunidad litúrgica en la que los creyentes comparten su experiencia de vida en el contexto de la palabra de Dios y de la fracción del pan (cf. Luc 24,13-36; Hech 2, 42).
  • Como miembros de la comunidad, los apóstoles, igual que los discípulos de Emaús, querían y podían dar testimonio de la resurrección del Señor de manera eficaz. Su anuncio del kerigma recibía energía del amor compasivo del que ellos mismos tenían experiencia diaria en la comunidad cristiana.
  • Pero no sólo eso, pues la comunidad cristiana de amor -cuerpo de Cristo en el mundo- era la encarnación viviente del anuncio apostólico de la Buena Nueva, de manera que los que lo oían sentían que sus corazones ardían (cf. Luc 24, 32), y les hacía exclamar: «Ciertamente, Dios está entre vosotros» (I Cor. 14, 25). Y por ello todos los días se unían a ellos nuevos creyentes.

II. Lo que dice san Vicente acerca de la amistad en comunidad y la evangelización

La amistad ha sido tenida en alta estima a lo largo de la historia cristiana. En los escritos de santo Tomás de Aquino ocupa un lugar teológico fundamental, pues lo utilizó como clave para entender temas como el de la trinidad, la gracia, la contemplación, etc. Hacia ese mismo tiempo San Aelred de Rievaulx formuló el ideal monástico y dice en su obra clásica, La amistad espiritual: «Dios es amistad. ¿Suena esto como algo extraño? No hay fundamento para ello en la Escritura, pero yo no dudaría en atribuir a la amistad todo lo que se dice de la caridad, como por ejemplo: ‘El que vive en amistad, Dios habita en él y él en Dios’».4

En el siglo XVII algunos reformadores post-tridentinos franceses mantuvieron amistades duraderas con miembros del otro sexo. Por ejemplo, Juan Eudes tuvo amistad con dos mujeres, madame de Camilly y María des Vallees. Francisco de Sales mantuvo una gran amistad con Juana de Chantal, fundadora de la orden de la Visitación.5 Su relación de amistad con esta última tuvo una gran influencia en la Introducción a la vida devota y en su Tratado del amor de Dios, obras que tratan del amor de amistad.6 La amistad entre el obispo y la viuda encontró expresión en variados frutos de evangelización. San Vicente lo sabía muy bien. La única visión suya de que tenemos noticia por su propio testimonio revela claramente que conocía bien la amistad que unía a Francisco y a Juana y a ambos con Dios. «Se le apareció un globo pequeño de fuego que se elevó de la tierra a las regiones altas del aire para unirse con otro globo más grande y más luminoso; los dos se hicieron uno, y se elevaron aún más para introducirse en otro infinitamente más grande y más brillante que los otros dos».7

A la luz de esta experiencia, no sorprende que Vicente formara una amistad muy cercana, si no íntima, con Luisa de Marillac. Wendy Wright dice que esta relación con la señorita Le Gras estaba «matizada por una cierta reserva austera propia de su personalidad».8 Admitiendo eso, la colaboración entre ambos fue extraordinariamente fecunda. Ellos dos y sus seguidores/as sirvieron y evangelizaron a decenas de miles de gente pobre, en Francia y fuera de ella.

La comunidad como amistad según San Vicente

La amistad espiritual de Vicente con Luisa le enseñó muchas cosas que de otro modo no hubiera aprendido. Hay buenas razones para pensar que le sugirió de una manera práctica la relación que hay entre una amistad auténtica en comunidad y una evangelización de los pobres verdaderamente inspirada e inspiradora. Decía en 1655 en el texto del proyecto de las Reglas Comunes: «El amor fraterno debe estar presente siempre entre nosotros, así como la unión en la santidad; debemos cultivar ambos en todo tiempo y manera. Por ello nos trataremos con sumo respeto como ‘amigos que se quieren bien’ viviendo en comunidad. Evitaremos con sumo cuidado las amistades particulares, así como cualquier clase de rechazo, pues la experiencia enseña que estas dos cosas dan lugar a divisiones y destruyen las comunidades».9

Este ideal fue expresado finalmente en las ‘Reglas Comunes’ de 1658, capítulo VIII, 2. Aunque San Vicente sabía muy bien que los miembros de la comunidad podían formar amistades íntimas no excluyentes, no pensaba sin embargo que ello había de ser cosa muy común. Él pensaba más bien en una unión inspirada en el ejemplo del corazón de Cristo. Decía por ejemplo a ocho misioneros enviados a Irlanda: «Permaneced unidos y Dios os bendecirá. Pero unidos en el amor de Cristo, pues cualquier otra unión nunca estará cimentada en la sangre de este divino salvador, y no podrá durar. Debéis pues estar unidos en Jesucristo, por Jesucristo y para Jesucristo. El espíritu de Jesucristo es un espíritu de unión y de paz.».10

San Vicente señala que la amistad en la comunidad debe tener una serie de características propias:

  • Afecto o cordialidad. Para San Vicente estas dos palabras parecen ser sinónimas. Por cordialidad entendía calidez afectiva. En 1658 decía a las Hijas de la Caridad que el afecto/cordialidad era el punto medio entre dos extremos, una seca frialdad por un lado, y una exagerada efusividad por otro. «La cordialidad, propiamente hablando, es el efecto de la caridad que se tiene en el corazón… una exultación del corazón por la que se demuestra que uno está muy contento de estar con una hermana…Hay personas que tienen la santa costumbre de no tratar nunca con nadie más que con un rostro alegre y sonriente y que demuestran siempre, con algunas palabras de cordialidad, la alegría que siente al volver a ver a los demás».11 Hablando de la dimensión afectiva de la caridad dijo San Vicente en 1659: «Hemos de demostrarnos mutuamente que nos queremos de corazón. Démosle también nosotros al prójimo pruebas de nuestro afecto, no de forma importuna e indiscreta, sino a propósito, con moderación y con tino».12 No hay nada que parezca frío o forzado en la manera que tiene Vicente de entender una relación afectiva cordial. Por el contrario, él ciertamente pensaba que la vida de comunidad debe estar animada por sentimientos verdaderamente cálidos.
  • Amabilidad y compasión. Vicente quería que los miembros de la comunidad se relacionaran con un estilo amable y sensible, lo mismo hacia dentro que hacia fuera de la comunidad. «La mansedumbre no solamente nos hace excusar las afrentas e injurias que recibimos, sino que incluso pide que tratemos mansamente a quienes nos maltratan, con palabras amigables».13 Hablando acerca de la compasión, Vicente dijo en una conferencia acerca de la caridad en 1659: «Uno de los efectos del amor es hacer capaces a los corazones de entrar uno en el otro para sentir lo que el otro siente. De esto no es capaz el que no siente pena por los sufrimientos de los demás ni por la condición de los pobres. Esta obligación de verdadera amistad ha llegado hasta nosotros desde las raíces mismas de la fe cristiana…Y por ello debemos mirar las desgracias de los demás como si fueran propias nuestras».14
  • Respeto mutuo. Se tiene verdadero respeto cuando, dejando de lado toda ficción, se tiene verdadera estima y aprecio por otra persona, porque se cree que ha sido creada a imagen y semejanza de Dios y ha sido redimida por la sangre de Cristo. Dice San Vicente hablando de la relación entre amistad y respeto: «La cordialidad sin el respeto tampoco será sólida, sino que engendrará a veces ciertas familiaridades poco convenientes y haría a esa cordialidad imperfecta y mudable; no sucederá esto si la cordialidad se une con el respeto, y el respeto con la cordialidad».15
  • El amor se expresa con hechos. Vicente decía que el amor verdadero se muestra en actos concretos, que nuestros sentimientos hacia nuestros hermanos de comunidad se expresan en actos de caridad. Dijo en una conferencia sobre la caridad: » No basta con tener caridad en el corazón y en las palabras; tiene que pasar a las obras y entonces será perfecta y fecunda, al engendrar el amor en los corazones de aquellos a quienes queremos y ganando a todo el mundo».16

Comparación entre el afecto y la amistad

En los escritos modernos de psicología se suele señalar una distinción entre simpatía e intimidad.17 La simpatía se muestra en sentimientos cálidos de afecto, ternura, estima, etc. La intimidad va más lejos y se muestra en una profunda y sincera comunicación de pensamientos y sentimientos. San Vicente era, para la vida de comunidad, partidario más bien de una simpatía cercana que de la intimidad.

Investigaciones recientes han demostrado que en la práctica la mayor parte de los hombres prefieren la simpatía afectiva a la intimidad. Por ejemplo el informe Mc Gill sobre la Intimidad Masculina dice: «A primera vista, parece demasiado riguroso decir que los hombres no tienen amigos íntimos, y buena parte de ellos pondrían objeciones a esa afirmación…Sin embargo, sólo uno de cada diez tiene algún amigo con quien hablar de temas de trabajo, dinero, matrimonio, y sólo uno de más de cada veinte tiene algún amigo con quien hablar de temas que se refieren a él mismo».18

Hay otras investigaciones que muestran que cuando un hombre establece una relación íntima lo hace de ordinario con una mujer. Lamentablemente, la intimidad entre varones es más bien rara.19 Así pues, aun cuando fueran deseables, profundas y no excluyentes amistades entre hermanos de comunidad serán la excepción más bien que la regla. Sin embargo, algunos de nosotros hemos formado amistades de esta clase con hombres y mujeres no pertenecientes a la comunidad.

A pesar de peligros y dificultades implicados, estas relaciones pueden tener muchos efectos beneficiosos.20 Ayudan a ahuyentar la soledad, proporcionan energía psíquica, protegen el celibato, cicatrizan recuerdos dolorosos, aumentan el auto conocimiento, desarrollan la capacidad de empatía y sirven de mediaciones para la presencia de Dios. San Aelred de Rievaulx canta los efectos beneficiosos de este tipo de amistad cuando escribe en el Espejo de Caridad: «Produce un gozo profundo disfrutar del consuelo del afecto de otra persona a la que se está unido por los lazos del amor; otro en quien nuestro espíritu fatigado pueda encontrar descanso, y a quien podemos abrir nuestra alma…, cuyo trato es tan dulce como una canción en el tedio de la vida diaria. Debe ser alguien cuya alma será como un refugio en el que nos podemos proteger cuando el mundo nos resulte demasiado áspero, alguien a quien podamos confiar todos nuestros pensamientos. Su espíritu nos proporcionará el ósculo que sane las enfermedades de nuestro corazón inquieto. Llorará con nosotros en nuestra aflicción, y se alegrará en nuestra alegría. Siempre estará disponible para consultarle en nuestras dudas. Y estaremos tan unidos a él de corazón que aún estando lejos lo sentiremos espiritualmente cerca…pues la gracia del Espíritu Santo se derrama sobre ambos. Mientras vivimos en la tierra podemos amar a pocos de esta manera, con el corazón y con el alma, pues estarán más unidos por amor a nosotros que los demás».21 Como efecto de este tipo de amistad brotará un amor afectivo y efectivo hacia la comunidad y hacia los pobres, pues debe haber congruencia y no conflicto entre las diferentes formas de afecto en nuestras vidas.

San Vicente sobre la relación entre la amistad y la evangelización

Hay muchos indicios muy claros de que San Vicente relacionaba el amor afectivo en la vida de comunidad con la evangelización efectiva en el mundo, como lo había hecho San Lucas. Esto es así por lo menos en dos aspectos:

  • En primer lugar, su Dios era ante todo un Dios compasivo, pues fue su amor compasivo por la humanidad lo que le llevó a enviar a su Hijo amado. El amor compasivo de Jesús por los pobres inspiraba su predicación, sus obras de caridad y de poder (cf. Mt 9, 36). Los misioneros se sentirán movidos por la misma compasión si antes tienen la experiencia de esta clase de amor cristiano en su vida de comunidad.
  • Segundo, San Vicente pensaba que si no hay unidad de espíritu y de corazón en la comunidad, es imposible dar un testimonio de Cristo en unión. Hablando a los misioneros que iban a partir hacia Irlanda, les dijo: «¿Cómo seremos capaces de atraer las almas hacia Jesucristo si no estáis unidos entre vosotros y con Él? No será posible. Tened, pues, un corazón y un mismo querer. Pues de lo contrario actuaríais como caballos que, uncidos al mismo carro, tiran unos para un lado y otros para otro, y así lo estropean todo. Dios os llama a trabajar en su viña. Id, pues, como quien tiene un solo corazón y una sola intención, y de esa manera produciréis frutos».22

III. Relación entre amistad y evangelización en la congregación hoy

Hay en estos tiempos en la Congregación de la Misión unanimidad en la idea de que la comunidad existe en orden a la evangelización. Dice por ejemplo la versión de 1980 de las Constituciones: «Esta vida fraternal en común, alimentada continuamente por la misión, forma una comunidad que promueve a la vez el bien de la persona y el de la comunidad y hace más eficaz el trabajo de evangelización».Vincentiana, (primavera, 1994), págs. 475-478.’>23 En el libro reciente sobre los votos se pueden leer estas notables palabras: «El seguimiento de Jesucristo es una realidad que sólo se puede comprender y vivir en una relación fraternal y amistosa. La comunión verdaderamente fraterna ayuda al misionero en su respuesta al don del celibato que ha recibido. La vida comunitaria debe ser el espacio privilegiado para vivir la dimensión afectiva que todo ser humano lleva consigo».24

También se admitía esa relación en las afirmaciones sobre el carisma Vicenciano procedentes de las tres regiones de la provincia irlandesa en 1985. Se lee por ejemplo en la de Dublín: «Nosotros, los miembros de la Congregación de la Misión, somos llamados a vivir el amor afectivo y compasivo de Cristo en comunidad, y compartir ese amor con aquellos a quienes somos enviados». La compasión respetuosa es ciertamente la cualidad por excelencia que debe animar nuestra vida de comunidad, nuestras amistades y por ello mismo nuestra evangelización. Por lo que se dice en Lc 6,36-39, es claro que hay tres actitudes enemigas de esa amistad afectiva: el juzgar a los otros, el condenarlos y el no saber perdonarles, pues tales actitudes debilitan la confianza mutua, sofocan el amor afectivo y entristecen al Espíritu Santo. Para que florezca la cordialidad las comunidades necesitan acordar que se abstendrán de practicar estas actitudes negativas de palabra y de obra. Cuando convienen en ello -cosa que se podría poner en el proyecto comunitario- crean una zona de seguridad psicológica en la que la confianza mutua produce un espíritu siempre creciente de libertad, gozo y paz.

Las Líneas de acción de 1986, párrafo 13, llaman la atención acerca de algunos otros obstáculos contra la cordialidad en la vida común:

  • Algunas veces, el excesivo individualismo y autonomía al tomar decisiones.
  • Un tono superficial en la convivencia que nos impide escuchar a los demás y darles el debido respeto.
  • Hay además misioneros que viven juntos sin conocerse bien, sin tiempo para escucharse mutuamente, y que buscan fuera de la comunidad el diálogo y la ayuda que no encuentran en ella, o con los que ellos mismos no contribuyen a la vida comunitaria.25
  • Otras veces se pone todo el énfasis en el vivir materialmente en común y la guarda de la regularidad, sin insistir en la auténtica profundidad que debe tener toda vida en común, lo que dificulta el que la vida de comunidad tenga una dimensión profética.

La cordialidad en comunidad es de ordinario el resultado del convivir espontáneo de cada día. Pero, como ha advertido Robert Maloney, 26 un buen proyecto comunitario puede ser un instrumento poderoso para crear las estructuras que fomenten los ideales vicencianos, por ejemplo el de amistad en la vida común. Las ideas que siguen fueron propuestas en la Reunión Regional irlandesa en 1996. Cualquiera de ellas podría ser incluida en un plan que intente fomentar la unidad de mente y de corazón.

  • Días de reflexión, por ejemplo en adviento y cuaresma, en los que los mismos cohermanos dan la conferencia o la homilía.
  • Compartir la fe. Esto forma parte de nuestro patrimonio. San Vicente animaba a los cohermanos a participar en la repetición de oración. Hoy necesitamos inventar maneras creativas e imaginativas de hacer lo mismo. Por ejemplo, se podría usar en comunidad la manera benedictina de la Lectio divina para tener en común una reflexión meditativa de la Escritura. A continuación se podrían compartir ideas y experiencias. Esto se podría hacer también juntos en días de reflexión y de retiro, por ejemplo después de la lectura del evangelio en la eucaristía.
  • Reflexión teológica. Se podría definir así: «Es el momento en que experiencia ministerial, teología, fe personal y tradición intervienen en el diálogo en común.»

Se desarrolla en cuatro aspectos:

  • Comienza con alguna experiencia ministerial, por ej., el diálogo con los padres acerca de un hijo que ha cometido suicidio.
  • Continúa con un análisis de la experiencia, es decir, de su situación socio-cultural. – A continuación se procede a una reflexión teológica: ¿qué aspectos teológicos se relacionan con esta experiencia? ¿Qué dice la tradición sobre estos temas? ¿Qué tienen que decir estos temas a la tradición?
  • Por fin se intenta descubrir las implicaciones prácticas, qué nuevas perspectivas, nueva sensibilidad, convicciones, modos de comportamiento pueden referirse a la experiencia como resultado de la reflexión.27

Algunas comunidades se comprometen a tener cada año una o dos sesiones de este estilo. Exige un cierto tiempo y esfuerzo el comprender la finalidad y la metodología de este tipo de reflexión teológica.

  • Preparación de la homilía. Algunas comunidades leen durante la semana los textos de la eucaristía del domingo siguiente. Meditan sobre ellos por ejemplo en la meditación de la mañana del lunes y dedican a continuación diez o quince minutos a compartir sus pensamientos.
  • Conferencias comunitarias. Pueden versar sobre problemas de la comunidad, como por ejemplo cómo tratar el conflicto y los enfados de una manera constructiva; cómo rechazar todo lo que milita contra la confianza mutua; cómo tratar las tensiones, etc.
  • Reuniones con un asesor. Algunas comunidades tienen reuniones, por ejemplo dos veces al año, centradas específicamente en las relaciones de la comunidad. Se invita a ellas, con el consentimiento de la comunidad, a un asesor de confianza y bien entrenado para una o dos horas. Se invita a todos a expresar sus sentimientos sobre la vida en comunidad. Esto da a cada uno la oportunidad de expresar los sentimientos negativos que tal vez tenga de sentirse herido, mal comprendido, ofendido, etc. Una reunión de este estilo puede ser dolorosa, pero puede ser muy útil para aclarar malentendidos y para hacer más profundos los lazos de unión.
  • Oración/liturgia. Iniciativas creativas pueden dar vida a la vida espiritual de los cohermanos, como, por ejemplo, la oración semanal de estilo Vicenciano recomendada por el Superior General.
  • Recreación. Los miembros de la comunidad pueden sugerir maneras imaginativas de participar en las actividades comunitarias e inter-comunitarias, por ejemplo, campeonatos de golf, comidas fuera de casa, celebración de cumpleaños, bodas de plata, etc. comidas fuera de casa, celebración de cumpleaños, bodas de plata, etc.

Conclusión

Tuve la fortuna de participar durante ocho años en el Equipo Misionero Irlandés. Esa experiencia me dio la prueba, si es que hacía falta, de que la eficacia de nuestros esfuerzos evangelizadores era proporcionada a la calidad de nuestra cordialidad y unidad. La medida en que vivíamos como amigos que se quieren bien era también la medida de la alegría y el entusiasmo por nuestra vocación. Y así, la naturaleza cordial de nuestras relaciones contrarestaba los sentimientos de, las dificultades y el desaliento. Muchas veces durante las misiones la gente nos decía que la patente unión y el afecto entre nosotros, no sólo les servía de motivo de edificación, sino que añadía un motivo de credibilidad a lo que anunciábamos de palabra. Parece que, en nuestro mundo iindividualista, cada día más gente está ansiosa del aliento y consuelo que sólo las comunidades comunidades en las que reina el afecto pueden proporcionar. En una ocasión San Vicente habló de la alegría que proviene de estas relaciones cuando en 1658 dijo a las Hijas de la Caridad: «San Pablo había dicho también en otra ocasión que la cumple todo el que está enla caridad (la ley)…Nuestro Señor enseña la tolerancia…Es que es ése un medio para tener entre vosotras una santa amistad y vivir en una perfecta unión, y poder de este modo convertir el mundo en un paraíso».28 Se hace eco de parecidas ideas cuando dice a sus misioneros en 1659: «Si Dios les concede esta gracia a los misioneros, ¿que os parece que sería esta compañía? Su vida, sería una vida de amor, sería la vida de los ángeles, la de los bienaventurados, un paraíso del cielo y de la tierra.».29

Si vivimos en unidad de corazón y de mente, sentiremos la bondad y la compasión de Dios. Y así desearemos y podremos también proclamar ese mismo amor divino amor de muchas maneras prácticas, y a la vez en nuestro modo de vivir juntos demostraremos su realidad y su poder de atracción. Como dice el salmo 133,1 y 3: «¡Oh, qué bueno, qué dulce, habitar los hermanos todos juntos!…Allí el Señor la bendición dispensa.»

Autor: Pat Collins CM
Fuente: Vincentiana (Ene-Feb 1998).

Notas:

  1. Rosemary Radar. Breaking Boundaries Male/Female Friendships in Early Christian Communities, (New York: Paulist Press, 1983), pág. 24.
  2. James Mc Evoy «Friendship and Love», Irish Theological Quarterly, (No. 1, Vol. 50. 1983/1984), págs. 38-39.
  3. Laelius De Amicitia, 4. 15-5.19. En el siglo XII San Aelred de Rievaulx fue fuertemente inspirado por este tratado.
  4. Kalamazoo, Michigan: Cistercian Publications Inc., 1977), 66; Aelred Squire, «God is Friendship,» Aelred of Rievaulx. A Study, (Kalamazoo, Michigan: Cistercian Publications Inc.,1981), págs. 98-111.
  5. Cf: Elizabeth Stopp, trad. y edit., St Francis de Sales. A Testimony by Jane de Chantal, (Londres: Faber & Faber, 1967).
  6. Wendy Wright, Bond of Perfection, Francis de Sales and Jane de Chantal, (Nueva York: Paulist Press, 1985).
  7. Abelly, La vida del venerable servidor de Dios Vicente de Paúl, tomo II, pág. 334.
  8. Bond of Perfection, pág. 26.
  9. John Rybolt C.M., editor, «Codex Sarzana,» Vincentiana 33 (1991), págs. 307-406.
  10. II Abelly pág. 145.
  11. SV IX, 1037-1038.
  12. SV XI, 563
  13. SV XI 480.
  14. II Abelly pág. 166.
  15. SV IX, 145-146.
  16. SV XI, 563.
  17. Thomas y Patrick Malone, «Balancing Closeness and Intimacy, «The Art of lntimacy», (Londres: Simon & Schuster Ltd., 1987), págs. 25-29.
  18. Citado por Donna Tiernam Mahoney, Touching the Face of God: Intimacy and Celibacy in Rubin, Intimate Strangers, London, Fontana, 1985, págs. 129-131.
  19. Cf. Daniel Levinson, The Seasons of Man’s Life, (New York: Ballentine, 1978), pág. 335; Lillian Rubin, Intimate Strangers, (Londres: Fontana, 1985 ), págs. 129-131.
  20. Cf. Pat Collins C.M., «Maturing as a Priest», The Furrow, (noviembre 1990), págs. 605-615.
  21. Citado por Aelred Squire, Aelred of Rievaulx: A Study, (Kalalnazoo, Mich.: Cistercian Publications, 1981 ), págs. 49-50.
  22. Abelly, II,pág. 146.
  23. Citado por John Rybolt, C.M:, » ‘As Good Friends’: Reflections on the development of the Concept of Fraternal Life in the Congregation of the Mission, «Vincentiana, (primavera, 1994), págs. 475-478.
  24. Instrucción sobre la estabilidad, castidad pobreza y obediencia en la Congregación de la Misión, CEME 1996, pág. 53.
  25. Líneas de Acción, 1986-1992 y Otros Documentos, 37 Asamblea General (Roma: Vincentian Publications 1986), pág. 40.
  26. «La vida de comunidad y el proyecto comunitario, «El camino de San Vicente de Paúl» (CEME, Salamanca), págs. 169-183.
  27. Cf. «Guidelines for Theological Reflection,» Guidelines for Pastoral Formation, (Dublin: Irish Association for Pastoral Formation, 1991), pág. 27.
  28. SV, IX, 1030.
  29. SV, XI, 563.
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