La CV reunión de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española se clausuró el pasado viernes, 24 de abril, en Ávila con la aprobación de la Instrucción Pastoral “Iglesia, servidora de los pobres”. En este importante documento, los obispos quieren compartir, con los fieles y con quienes deseen escuchar su voz, su preocupación ante el sufrimiento generado por la grave crisis económica, social y moral que afecta a la sociedad española. Y, a la vez, quieren proclamar su esperanza por el testimonio de tantos miembros de la Iglesia que han ofrecido lo mejor de sus vidas para atender a quienes más sufren las consecuencias de la crisis.
Estructurada en cuatro partes, la Instrucción Pastoral comienza analizando la situación social actual y los factores que están en su origen y lo explican. Seguidamente enumeran los principios de la Doctrina social de la Iglesia que iluminan la realidad y ofrecen su propuesta desde la fe.
En la primera parte, dedicada a describir la situación social, los obispos se fijan en los nuevos pobres y las nuevas pobrezas. Además de las nuevas pobrezas, la Instrucción Pastoral señala, como rasgo de la sociedad actual, la corrupción, a la que define como un mal moral y cuyo origen es, según los obispos, la codicia financiera y la avaricia personal. Estas situaciones de corrupción provocan alarma social, alteran el funcionamiento de la economía, impiden la competencia leal y encarecen los servicios. La corrupción es una grave afrenta a nuestra sociedad, es una conducta éticamente reprobable y es un grave pecado.
En la segunda parte, la Instrucción Pastoral señala cuatro factores que explican la situación social actual. El primero de ellos es la negación de la primacía del ser humano que se apoya en la dignidad que Dios le otorga. El segundo es el dominio de lo inmediato y lo técnico en la cultura actual. El modelo social centrado en la economía es el tercer factor que explica esta situación de crisis: la burbuja inmobiliaria, el excesivo endeudamiento, la falta de regulación y supervisión de los mercados han ocasionado una época de recesión, para la que la única solución presentada es la lógica del crecimiento, como si “más” fuera igual a “mejor”. En cuarto lugar, está, como consecuencia de la lógica del crecimiento, la idolatría de los mercados.
La tercera parte de la Instrucción consiste en una explicación de los principios de la Doctrina Social de la Iglesia que iluminan la realidad y pueden ayudar a la solución de los graves problemas que le afectan. Destacan el principio de la primacía de la dignidad de la persona: el ser humano es la medida de todas las cosas, no un instrumento al servicio de la producción y del lucro; el principio de que los bienes tienen una dimensión social y un destino universal, como se vivía ya en el Antiguo Testamento y enseñaron los Padres de la Iglesia, por eso la acumulación de los bienes en pocas manos es una grave injusticia, pues la propiedad privada está orientada al bien común; el principio de la solidaridad y el equilibrio entre los derechos y los deberes: Los derechos económico-sociales no pueden realizarse si todos y cada uno de nosotros no colaboramos y aceptamos las cargas que nos corresponden; el principio El principio de subsidiariedad que señala las funciones y responsabilidades que corresponden a las personas individuales, y, al mismo tiempo, regula las funciones que corresponden al Estado y a los cuerpos sociales intermedios, para impedir la tendencia totalitaria de los estados; el principio del derecho a un trabajo digno y estable que permite la integración y la cohesión social, por lo que cualquier política económica debe estar al servicio del trabajo digno.
La cuarta parte ofrece ocho propuestas esperanzadoras desde la fe para vivir el compromiso caritativo, social y político.
En la conclusión, los obispos alientan, una vez más, la esperanza de los que sufren las consecuencias de la grave crisis actual, y se ponen junto a ellos: “Estamos con vosotros; juntos en el dolor y en la esperanza; juntos en el esfuerzo comunitario por superar esta situación difícil”. Al mismo tiempo, agradecen el esfuerzo de quienes viven la caridad con el prójimo y animan a imitarlos, no sólo en las relaciones cotidianas, sino también en las relaciones sociales, económicas y políticas.
C. F.
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