por John T. Maher, C.M.
Traducido del inglés por Félix Álvarez Sagredo, cm.
El domingo 4 de enero de 2015 comenzaba como un día normal para el Arzobispo de Addis Abeba, Etiopía. Después de celebrar la misa dominical, compartió la comida con varios sacerdotes diocesanos residentes, disponiéndose, acto seguido, para una tarde tranquila de lectura y oración. Este era el momento perfecto para que Berhaneyesus Demerew Souraphiel, C.M. reposara y descansara, algo que aprendió en sus años de estudiante en Roma en el diario “buon riposo.”
Su tiempo de descanso terminó pronto cuando su secretario-sacerdote golpeó a la puerta. “Estamos recibiendo llamadas de sacerdotes que dicen haber oído en la radio que el Santo Padre le ha nombrado cardenal.” El arzobispo se encogió de hombros, le dijo que no creyera lo que decía la radio, y comenzó a leer… y orar. “He pensado que podría leer de nuevo la historia de Samuel y Elí en el primer Libro de Samuel, puesto que o bien es el Señor o el Santo Padre el que perturba mi sueño,” dijo. Minutos después, su secretario volvió diciendo, “Podemos confirmar que usted fue nombrado hoy cardenal por el Para Francisco en su alocución dominical del Ángelus.” Verdaderamente fue un momento de sorpresa para el nuevo Cardenal-designado, cuando reflexionaba sobre qué le había llevado hasta este punto en su vida.
Comenzó con sus abuelos, miembros fervientes de la Iglesia Etiópica Católica Oriental (Rito Ge´ez) que se trasladaron desde la zona central al este de Etiopía para escapar de la persecución religiosa. “Establecieron un ejemplo para mis padres y para nosotros diez,” dice Berhaneyesus. “Su fuerza de convicción poniendo nuestra fe católica antes que todo lo demás se mantuvo con mis padres y con todos nosotros. Los nueve hermanos de Berhaneyesus incluyen hoy cuatro hermanos y cinco hermanas. Todos menos uno viven en Etiopía. Su primer contacto con los Vicencianos llegó en una escuela primaria dirigida por los Hermanos de las Escuelas Cristianas. “Un Vicenciano, P. Fikre-Mariam Ghemetchu, (más tarde, Vicario Apostólico del Vicariato de Nekemte) dio una charla vocacional sobre el sacerdocio. Inmediatamente entendí que era algo que yo debería intentar.”
La Escuela lazarista en Addis Abeba, con personal Vicenciano de Holanda, fue donde Berhaneyesus vino a conocer la Congregación de la Misión. Después de graduarse, entró en el noviciado, viviendo en una zona rural, experimentando una sencilla vida de comunidad de oración y servicio directo al pobre. Después de hacer los votos, estudió filosofía y teología en el Instituto Misionero Land de Londres y Kings College. Volvió a Etiopía, y Berhaneyesus Demerew Souraphiel, C.M. fue ordenado sacerdote en la Congregación de la Misión el 4 de julio de 1976.
Sus primeros años de sacerdocio los empleó en trabajo pastoral. Era un momento de grandes revoluciones en el mundo, y Etiopía no era una excepción. Haile Selassie I, Emperador de Etiopía desde 1930, había sido depuesto en un golpe de estado en 1974. El “Derg”, un grupo de ideólogos marxistas con apoyo militar, llegó al poder, y gobernó hasta 1991. Buscaron a los líderes religiosos para perseguirlos. Berhaneyesus era un objetivo, así que le encarcelaron, juntamente con otros líderes etíopes. “Fueron siete de los meses más largos de mi vida”, dijo reflexionando sobre su encarcelamiento. “Sucedió en 1979-1980 en la cumbre de su poder. Primero me acusaron de ser un agente de la CIA, después un espía Vaticano. Finalmente me acusaron de ser un parásito en la sociedad etíope.” La parte más difícil de la prisión fue un mes de aislamiento. “Fue un tiempo arriesgado por un par de razones”, dijo Berrhaneyesus. “Primero, era sabido que poner a uno en celda de aislamiento era como una tapadera para matarlo, dado que la persona estaba aislada del resto de los encarcelados. También, con frecuencia los guardias tomaban un prisionero por la noche, simulando que le mataban, y le devolvían a la celda.”
En segundo lugar, la experiencia de estar aislado era una experiencia terrible de soledad, dado que no había nadie con quien hablar o nada que leer. Solo se tenía a uno mismo, sin contacto humano, luz, o ejercicio. Retrospectivamente, era fácil para mí ver cómo las personas aisladas podían terminar con depresiones nerviosas. Puedes perder el sentido de tiempo, lugar, y perspectiva en semejante situación.” Por lo tanto ¿cómo aguantó Berhaneyesus Demerew Souraphiel este tiempo precario?
A pesar de los horrores de la prisión y el aislamiento, lo encontré transformador. Llegué a un renacimiento espiritual para mí. No tenía nada, literalmente nada, en soledad, así que grité al Señor desde lo más hondo de mi ser. Verdaderamente experimenté la presencia de Jesús en esos días oscuros. Cuando volví a la prisión con los encarcelados, se alegraron. Me dijeron que los prisioneros habían cantado con frecuencia mi nombre para que los guardias supiesen que no me olvidaban. Esto, creo, es lo que me mantuvo vivo. Así que tomé la resolución de ser un ejemplo de servicio para mis compañeros prisioneros. Comencé un jardín para cultivar vegetales para la población encarcelada. Me esforcé para servir de ayuda a los prisioneros mayores y enfermos, para que no estuviesen desprovistos de las porciones limitadas de comida y agua que nos daban.”
Después de ser liberado de la prisión, Berhaneyesus fue obligado a dejar Etiopía, así que fue enviado a Roma para estudiar. Volvió a Etiopía comprometido a servir, y lo hizo generosamente. Sus esfuerzos para vivir el carisma Vicenciano y ser un referente de liderazgo fueron observados por Roma. En 1994, fue nombrado Prefecto de la Diócesis de Jimma-Bonga. En 1997, llegó a ser Administrador Apostólico de la Archidiócesis de Addis Abeba. En 1998, fue ordenado obispo, y, en 1999, Arzobispo de Addis Abeba. Dieciséis años más tarde, Berhaneyesus Demerew Souraphiel, C.M. fue creado Cardenal para Etiopía, el segundo como tal, después de Su Eminencia, Paulos Tzadua, que sirvió de 1997-1998.
Etiopía es un país con más de 95 millones de habitantes, con menos de 1% de Católicos Romanos. Las religiones de mayorías son Ortodoxos etíopes un 44%, Musulmanes un 34%, seguidos de Protestantes un 18%. Mientras los Católicos son el más pequeño de todos los grupos religiosos, existe una significación única debido a acontecimientos pasados y actuales. El origen de la Cristiandad en Etiopía se debe al Padre de la Iglesia, San Atanasio, Obispo de Alejandría. Hoy, con una pequeña población católica, la Iglesia tiene un gran impacto en Etiopía. “Aunque los católicos son menos del 1% de la población, gestiona más de 400 escuelas y 43 centros de salud. Acabamos de comenzar Santo Tomás, la primera Universidad Católica en Etiopía. De hecho, la única universidad pública en el país hasta que la nuestra fuese iniciada por Jesuitas Canadienses,” advierte Berhaneyesus.
Como uno implicado en el liderazgo de la Iglesia por más de dos décadas, Berhaneyesus ha experimentado Etiopía en áreas rurales y urbanas. La ha visto evolucionar desde un lugar de caos a otro de estabilidad. “Finalmente tenemos crecimiento económico. Esto ha ayudado a crear puestos de trabajo y mejorará el entorno para nuestro pueblo,” advierte. El emplazamiento de las oficinas centrales de los 34 países de la Unión Africana en Addis Abeba es también un paso adelante enorme para Etiopía, su pueblo, y esperanzadamente, para la Iglesia. Berhaneyesus sirve como Presidente de la Asociación de Miembros de la Conferencia Episcopal del Este Africano (AMECEA). Tiene dos objetivos inmediatos. El primero es admitir a la AMECEA como miembro observador en la Unión Africana, parecido al estatus del Vaticano en la ONU. El segundo es invitar al Papa Francisco para hablar a la Unión Africana. Espera conseguir ambos objetivos en su papel como Cardenal de Etiopía.
Cuando se le preguntó sobre temas sociales urgentes en Etiopía, hoy, Berhaneyesus mencionó varios: el tráfico humano, que afecta a mujeres jóvenes llevadas desde áreas rurales hacia las ciudades y fuera del país; comercio de armas, donde se venden armas ilegales a países vecinos (tales como Somalia) para desestabilizar gobiernos y promover la guerra civil; niños soldados, emergiendo de las zonas rurales remotas para países vecinos; y preocupación por la afluencia de refugiados. “Son aproximadamente 200.00 sudaneses, 100.000 somalíes, 80.000 eritreos refugiados en Etiopía. Verdaderamente somos incapaces de recibir y cuidar un número tan grande de refugiados.” Dijo que la Iglesia trabaja con el gobierno y organizaciones caritativas (ONG) para asistir a estos refugiados.
Con relación a otros temas que afectan a la Iglesia en Etiopía, Berhaneyesus tiene dos metas claves: proporcionar educación católica para sacar a la población de la pobreza, y mantener a la juventud en el país, en lugar de la emigración anterior a otras naciones africanas. “Por esta razón comencé la Universidad Católica (S. Tomás) en Etiopía, y por eso estoy alineándola con universidades establecidas en África Oriental y en Estados Unidos. Quiero que nuestros jóvenes aprendan la cultura de Etiopía y contribuyan a nuestra sociedad. Educación es la clave para que esto sea posible. Además de nuestras escuelas primarias y secundarias que sirven a los etíopes sin tener en cuenta el credo religioso, quiero proporcionar a nuestros jóvenes una educación académica universitaria y profesional que les impacte a lo largo de sus vidas.”
¿Qué desea éste nuevo Cardenal para la población católica de Etiopía? “La fe es un don, un don que debemos transmitir. Aunque somos pocos (07% de la población), existimos para proclamar el reino de Dios en la tierra con nuestras palabras y nuestras obras. Creo en la eficacia de la parábola de Jesús sobre la semilla de mostaza en los Evangelios. Jesús nos dice que, “El reino de los cielos es como un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su campo. Es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece es mayor que las hortalizas y se hace como un árbol, hasta el punto de que las aves del cielo pueden anidar en sus ramas.” (Mat. 13:31-32) La Iglesia en Etiopía ha sido y pido que continúe siendo ese grano de mostaza, capacitando a todos para crecer en gracia y en fe como discípulos de Jesús.”
Berhaneyesus Denerew Cardenal Souraphiel, C.M. ha tenido muchos papeles en sus 66 años. Estos incluyen hijo, hermano, nieto, estudiante, seminarista, misionero Vicenciano, sacerdote, pastor, profesor, provincial, y miembro de la Jerarquía Católica. Pero los dos papeles más importantes que ha asumido fueron largamente conocidos hasta ahora. Ser agente de reconciliación y salva-vidas.
Cuando Berhaneyesus volvió a Etiopía después de sus estudios en la Universidad Gregoriana de Roma, el Movimiento Marxista “Derg”, que le había encarcelado y había matado a tantos, fue derrocado. Con el tiempo, se escribió una nueva constitución y prevaleció un gobierno elegido. Los miembros del partido “Derg” fueron encarcelados y condenados a muerte por asesinato, tortura, y encarcelamiento de tantos etíopes. Berhaneyesus recibió una petición del líder del grupo Derg que le había encarcelado, rogándole que se encontrasen. Este hombre, y otros oficiales, fueron condenados a muerte por crímenes contra el pueblo etíope.
Berhaneyesus fue a la misma prisión donde había estado y tuvo un encuentro con su antiguo perseguidor, que pidió perdón. Berhaneyesus le dijo que le había perdonado desde hacía mucho tiempo. Cuando preguntó cómo era esto posible, le miré y le dije, “Si yo no te hubiese perdonado, no podría vivir conmigo mismo, así que tenía que hacerlo”. El hombre se descompuso y rompió a llorar, y oramos juntos. Entonces me dijo que tenía que pedir perdón a otros muchos, y me preguntó qué hacer. Yo le dije que traería a religiosos de otras denominaciones para que se encontraran con él y con los que fueron responsables de esas acciones.”
Cuando otros líderes religiosos que habían sido encarcelados acordaron encontrarse, Berhaneyesus organizó el plan. Fue un encuentro fuerte. Cuando iban saliendo, uno de los hombres condenados le dijo, “Quizás esto sea demasiado pedir, pero ¿podría pedirles que salven nuestras vidas? Habló con los líderes religiosos en privado y acordaron escribir al gobierno etíope y pedir que estos hombres no fuesen ejecutados, sino que su sentencia fuese conmutada con la prisión perpetua. Con el tiempo, el gobierno cedió, y se salvaron sus vidas.
Así, pues, además de la parábola del grano de mostaza, quizás un relato bíblico más digno del nuevo Cardenal sea la “parábola de la oveja descarriada”: “Habrá más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.” (Lc. 15:7)
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