«Ya no somos el país del hambre y la guerra»
¿Cómo recibió su nombramiento?
Con mucha humildad. Me enteré después de que lo anunciara el Papa en la Plaza de San Pedro. Fue una auténtica sorpresa. Estoy muy agradecido por lo que significa para la Iglesia en Etiopía. Deseo y rezo para ser merecedor de este servicio.
¿A qué retos se enfrenta la Iglesia en Etiopía?
A las dificultades que vienen con el crecimiento. La Iglesia está cooperando con el Estado para superar la pobreza, que es el enemigo más grande del país. Gracias a Dios, Etiopía ya no es conocida como el país de la sequía, del hambre y de la guerra civil. Se está convirtiendo en una de las economías de más rápido crecimiento en África y en el mundo. Uno de los caminos para superar la pobreza es la educación de calidad y tener instituciones con buena salud. La Iglesia también trabaja con los Gobiernos locales en la provisión de agua potable.
¿Cómo se trabaja en Etiopía con los pobres?
La Iglesia siempre ha estado cerca de los pobres y marginados, y se ha preocupado por la dignidad de la persona. Ricos y pobres, todos han sido creados iguales ante Dios. Los pobres y aquellos que están expuestos a la trata y a los abusos tienen un lugar privilegiado en nuestras instituciones: colegios, centros de salud, centros sociales, centros de asesoramiento del sida, campos de refugiados…
¿Cómo es la relación de católicos y musulmanes en Etiopía?
La Iglesia es miembro fundador del Consejo Interreligioso de Etiopía. Tenemos buenas relaciones con los musulmanes, quienes libremente vienen y se sienten bienvenidos en nuestros centros educacionales, de salud y centros sociales. Hemos tenido una coexistencia pacífica desde hace centurias. Estamos intentando mantener esta gran herencia juntos, a pesar de los retos de algunos fundamentalistas.
Por: José Calderero.
Tomado de: Semanario “Alfa y Omega”, número 916 del 12 de febrero de 2015.
0 comentarios