El día 13 de octubre celebramos el primer aniversario de la Beatificación del Año de la Fe. Fueron declarados beatos en Tarragona 522 mártires de la Iglesia española. Entre ellos 42 miembros de la Familia Vicenciana: 27 Hijas de la Caridad, una laica de la Asociación de Hijas de María de la Medalla Milagrosa, 11 sacerdotes misioneros de la Congregación de la Misión y tres Hermanos coadjutores de la misma.

Es un deber de justicia mantener su memoria. Nos lo recuerda con fuerza San Vicente de Paul que el 19 de agosto de 1646 decía a las Hijas de la Caridad: “Si viésemos en la tierra el lugar por donde ha pasado un mártir, nos acercaríamos a él con respeto y lo besaríamos con gran reverencia”.

En la homilía del 12 de mayo del año en curso nos decía el Papa Francisco: “Un cristiano sin memoria no es un verdadero cristiano: es un hombre o una mujer que prisionero de la coyuntura del momento, no tiene historia. La tiene, pero no sabe cómo aferrar la historia. Y justamente es el Espíritu quien le enseña cómo aferrar la historia. La memoria de la historia… Cuando en la Carta a los Hebreos, el autor dice: ‘Recuerden a sus padres en la fe’ –es memoria; ‘recuerden los primeros días de su fe, cómo han sido valientes’ – es memoria. Memoria de nuestra vida, de nuestra historia, memoria del momento en el que hemos tenido la gracia de encontrar a Jesús; memoria de todo aquello que Jesús nos ha dicho… El Espíritu Santo es un Dios activo en nosotros, un Dios que hace recordar, que hace despertar la memoria”.

¿Por qué esta insistencia en mantener la memoria de nuestros mártires?

• Porque ellos nos invitan a salir al encuentro de Jesucristo y de los pobres,
• Porque ellos “vencieron en virtud de la sangre del Cordero, por la palabra del testimonio que dieron, y no amaron tanto su vida que temieran la muerte” (Ap 12, 11).
• Porque ellos han dado gloria a Dios con su vida y con su muerte y se convierten para todos nosotros en signos de amor, de perdón y de paz.
• Porque los mártires, al unir su sangre a la de Cristo, son profecía de redención y de un futuro divino, verdaderamente mejor para cada persona y para toda la humanidad, nos recuerdan los obispos españoles en su mensaje

Por eso nosotros, la Familia Vicenciana, queremos mantener viva la memoria de nuestros mártires… Es un estímulo en nuestro seguimiento de Jesucristo y una llamada a vivir con audacia y valentía la fidelidad a la misión recibida.

Con esta convicción, la Casa provincial de los misioneros de Madrid ha colocado en su sala de reuniones un cuadro pintado por Arturo Asensio, que hace alusión a la misión y al espíritu de la Congregación de la Misión (barca y símbolos de las virtudes propias) y por supuesto al martirio (rostros de los mártires y palma). Es el binomio Misión y Martirio bien unido.

En la sala de recuerdos de la Casa Provincial de Madrid San Vicente, las Hermanas han dedicado un departamento al recuerdo de los mártires. En él hemos puesto los rostros de nuestros mártires, Padres y Hermanas, dos losetas de basalto pulimentadas y pintadas con el rostro de las Hermanas mártires, pintadas por Estrella Moro Merchán, familiar de una de las beatas; junto a ellas otros recuerdos como el Cristo maltratado y mutilado de la capilla de Comunidad del Hospital general de Madrid y un armario relicario con recuerdos de las mártires que nos han ido entregando las respectivas familias.

Entre esos recuerdos se encuentran los zapatos con los que fue al martirio Sor Martina Vázquez. Los zapatos conservan la suela casi intacta. Todo un símbolo de fidelidad que nos invita a seguir caminado para testificar con nuestra vida ese AMOR MAS GRANDE A DIOS Y A LOS POBRES QUE DIO SENTIDO A SU VIDA Y A SU MUERTE.

El secreto de su martirio

Un Amor más fuerte que la muerte, forjó vida y misión,
Amor a Dios y a los pobres, nacido de su castillo interior,
Amor amasado en la prueba y la escucha de la Palabra,
al calor del Pan compartido, en Eucaristía y oración…
Un ideal lleváis dentro: ser como Cristo en el mundo,
Tener sus mismos sentimientos y continuar su misión.
Por confesarlo y vivirlo, os llegó la persecución,
Y con ella el martirio: ¡el triunfo del pleno amor!

Sor Mª A. Infante, H. C.