«No podemos asegurar mejor nuestra felicidad que viviendo y muriendo en el servicio de los pobres» (SVdeP)
Los deportados de Israel soñaban con su liberación e imaginaban el día maravilloso en que ya no habría penas ni enfermedades, como se lo anunciaba el Profeta Isaías. En el Evangelio, el sueño se hizo realidad con Jesús, que pasó curando todas la enfermedades y anunciando la buena Nueva del Reino. Pero tendrán que transcurrir miles de años antes de que los tiempos mesiánicos, lleguen a su plenitud. Por eso, nos recomienda Santiago esperar con paciencia la venida del Señor.
En la primera Lectura, Isaías anima la esperanza de Israel en su tiempo de crisis, e invita al gozo, ya que Dios vendrá y los salvará. Los redimidos de Yahveh volverán con alegría; Dios les acompaña y actúa en medio de su pueblo. No ignora la dificultad ni el temor, pero tiene la fuerza para animar la fe de su gente. Dios viene y salva en la transformación de la vida de aquéllos que sufren todo tipo de injusticia.
En la segunda Lectura, Santiago anima a las comunidades a fortalecerse en la esperanza y en la paciencia porque la llegada del Señor está próxima; que tomen el ejemplo de los profetas que hablaron en nombre del Señor. Les invita a continuar fieles al proyecto de Dios aún en medio del conflicto y la persecución.
En el Evangelio de Mateo se nos invita a vivir en esperanza. La respuesta de los discípulos de Juan expresa el centro de su misión: el reino a favor de los ciegos, los cojos, los leprosos, los sordos etc., está a favor de la vida de los pobres y excluidos. Mateo hace referencia al Antiguo Testamento: “mira, yo envío por delante a mi mensajero para que te prepare el camino” (cf Éxodo 23,20), para referirse a Juan el Bautista, el mensajero enviado para preparar el camino del Mesías. El anuncio de Juan se está cumpliendo con la llegada de Jesús; el cambio de las personas es real. Y este cambio es la preparación para esa venida; un cambio que exige la defensa de la vida, la justicia y la dignidad. Juan y Jesús tienen la preocupación por la vida de las personas y compromiso para la transformación de la sociedad.
Sólo es posible construir la nueva justicia de Dios donde se puede ver y sentir el sufrimiento de cada hombre y mujer. Jesús envía a los discípulos de Juan a ser testigos de lo que ven y oyen: que la Buena Noticia ha llegado para los pobres de la sociedad, y que está a favor suyo.
Preparémonos para asumir diariamente la Buena Nueva que nos trae Jesús con su venida; Buena Nueva a favor de aquéllos que no son nada, que son una estadística y estorbo para la sociedad; y, preguntémonos de qué manera personalmente, en nuestra familia, nuestro trabajo, nuestro estudio, nuestra Conferencia, estamos haciendo posible con hechos concretos la Buena Nueva a favor de los más débiles.
Consideremos en profundidad: Dichoso aquel que no se sienta defraudado por Mí, porque -en primer lugar- Cristo no vino a hacernos ricos a los pobres: “A los pobres se les anuncia el Evangelio”. Tampoco vino a librar a los pueblos de los imperialismos terrenos, sino del imperialismo del demonio y del pecado. Asimismo, no vino a liberarnos de la cruz de cada día, cualquiera que esta sea, sino a darnos fuerzas para tomarla y echar andar tras Él, con la crucecita o crucezota a cuestas. De igual manera no vino a que todos los cojos, ciegos, sordos, leprosos y muertos, anduvieran, oyeran, vieran, quedaran limpios y resucitaran, sino a que todos los que no movemos un pié para ayudar a los demás, anduviéramos, viéramos, oyéramos, quedáramos limpios y resucitáramos a una vida de verdaderos cristianos. Por eso, dichoso el que no se sienta defraudado por Cristo
«La libertad sólo se encuentra en el amor de Dios» (SVdeP).
Tomado de la Sociedad de San Vicente de Paúl en España
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