Hermanos y hermanas de la Sociedad de San Vicente de Paúl, es un gran placer para mí tener hoy la oportunidad de dirigirme a vosotros sobre un tema especial que nosotros, como Familia Vicenciana, esperamos promover a lo largo del año 2017. Como todos sabéis, estamos celebrando, a partir de enero de 2017, el inspirador nacimiento del carisma de la Familia Vicenciana. Hablando más concretamente, podemos mencionar los dos lugares, Châtillon y Folleville, que inspiraron a Vicente de Paúl para establecer las Cofradías de la Caridad y, más tarde, la Congregación de la Misión.
Específicamente, lo que nació en agosto de 1617, fueron las Cofradías de la Caridad, que hoy llamamos AIC y más tarde Congregación de la Misión. Para mí, como dejé claro en un video que hice en Pentecostés, el nacimiento del carisma es algo que todos nosotros en la Familia Vicenciana compartimos. Echó raíces y empezó en las Cofradías de la Caridad en aquel tiempo y también inspiró a San Vicente de Paúl para formar la Congregación de la Misión. De este carisma han crecido muchas ramas diferentes de la Familia Vicenciana. En todo el mundo, la más grande de ellas es la Sociedad de San Vicente de Paúl, de la que estoy muy orgulloso. He llegado a tener un buen conocimiento de la Sociedad, especialmente en mis distintos viajes. Intenté hacer todos los esfuerzos posibles para encontrarme, no sólo con la Congregación de la Misión, mi principal responsabilidad, o las Hijas de la Caridad, sino también con otras ramas de la Familia Vicenciana. Ha sido realmente una fuente de inspiración.
Hay momentos en que hay dificultades en el crecimiento de la Familia Vicenciana, en conectar una rama con otra, pero ello es normal. En particular quiero decir unas palabras de agradecimiento para Michael Thio y Brian O’Reilly, que han servido como Presidente y Vicepresidente Internacionales de la Sociedad y han trabajado muy estrechamente con nosotros en nuestro Comité Ejecutivo de la Familia Vicenciana. He visto cómo se ha producido un gran crecimiento y cómo se ha desarrollado la comprensión de que lo que hacemos no tiene que ver con nosotros. Tiene que ver con servir a Jesucristo en los pobres. Se trata de poder mostrar nuestro agradecimiento a Dios por el amor que nos ha revelado, a menudo a través de los pobres, y que hace posible que nosotros promovamos el carisma por todo el mundo.
Esto es lo que sucedió en la vida de Federico Ozanam. No tengo que decíroslo. Lo sabéis mejor que yo. Él es ciertamente un profeta para nuestros días. Como bien sabéis, muchas de las cosas que dijo Federico no salieron a la luz en la Iglesia, especialmente la capacidad de los laicos para ejercer sus derechos bautismales dentro de la Iglesia, ayudando a crecer al Reino de Dios. Al pronunciarse en defensa de y con los pobres, a los que él llegó a conocer y a amar, él promovió el laicado dentro de la Iglesia. Él aprendió este mensaje, el arte de amar a los pobres, de la mano de una mujer sencilla y corriente, la Hija de la Caridad, Rosalie Rendu.
Me hubiera encantado que se hubiera canonizado a los dos durante mi periodo de Superior General. Pero esto es lo que esperamos para el futuro. A mí me parece que lo ideal sería que nuestra Iglesia reconociera conjuntamente como Santos a una Hermana de una Comunidad de Vida Apostólica, como las Hijas de la Caridad, y a un laico entregado, que sabían cómo trabajar junto con otros por el bien de los que viven en la pobreza. Que gran combinación sería, como testimonio de colaboración en nuestra Iglesia, con un trabajo conjunto de lo religioso y lo laico en una misión común para hacer presente el Reino de Dios, especialmente a los privilegiados del Señor Jesucristo.
Como todos sabéis, en este 400º aniversario del nacimiento del carisma, una de las cosas que esperamos hacer es reunirnos más estrechamente como Familia Vicenciana por todo el mundo, para seguir colaborando y reflexionando sobre lo que significa tener una misión común de evangelizar y servir a los pobres. En calidad de Comité Ejecutivo de la Familia Vicenciana, queríamos hacerlo desde el impulso de la palabra de Dios. Hemos elegido un evangelio, que vosotros sabéis muy bien que gustaba muy especialmente a San Vicente de Paúl, el Capítulo 25 del Evangelio de San Mateo. Básicamente, muestra claramente el amor, respeto y dignidad que estamos llamados a mostrar a los pequeños, porque “cuando hacéis esto al más pequeño de mis hermanos, me lo estáis haciendo a mí.”
Como sabéis, el versículo en particular que hemos elegido es el 35, segunda parte, donde dice, “Yo era forastero y vosotros me acogisteis.” Es ciertamente el tema más apropiado en el mundo en el que vivimos actualmente, el más oportuno. Pero era apropiado también en los tiempos de San Vicente de Paúl, porque él se inspiró de él para organizar la Caridad después de haber tenido la experiencia de una familia que estaba enferma y necesitaba cuidados. Él no estaba seguro de qué hacer, así que el Espíritu Santo le inspiró para que dijera algo en su homilía. Inmediatamente la gente, después de oír la palabra de Dios, e inspirados por San Vicente, fue rápidamente a ayudar a estas personas enfermas. Más tarde, él tuvo que ayudarles a organizar la Caridad, pero de ello nacieron las Cofradías de la Caridad. Eran forasteros en su pueblo y los cristianos fueron hacia ellos y los acogieron.
Esto es lo que nosotros, como miembros de la Iglesia Católica, estamos llamados a ser, acogedores con la gente. Debemos real y auténticamente confrontarnos a nosotros mismos para ver que ese es el caso. Incluso más específicamente, como Familia Vicenciana, ¿somos personas acogedoras, especialmente hacia los que son forasteros entre nosotros? Más específicamente, en la Sociedad de San Vicente de Paúl, en los distintos lugares donde estáis establecidos, ¿dais la bienvenida a los que están fuera, a los que están marginalizados, a los que son extranjeros? ¿Se sienten ellos acogidos con vuestra presencia?
Ciertamente, como mencioné el otro día en la homilía, una de las características de la Sociedad de San Vicente de Paúl es la visita a domicilio, en la que vosotros afectáis las vidas de otras personas. Hacéis esto, no tanto con lo que les dais, física y materialmente, sino con la manera con la que les tratáis, con gentileza, con atención, con compasión, con misericordia. Es oportuno, de una manera muy especial, que el 400º aniversario del carisma llegue poco después del Año Jubileo de la Misericordia, en el que celebramos de una forma especial ese trato atento, amoroso y personal que se da al prójimo, ya sea espiritual o materialmente, en las obras de misericordia. Esto es lo que se supone que tenemos que hacer. San Vicente lo hizo invitando y animando a la gente a que ayudara a los que eran como extranjeros a sentirse acogidos. Estamos llamados a seguir haciendo esto.
Mirad nuestro mundo de hoy. A veces, es penoso ver a países, como los de Europa Occidental o los Estados Unidos, donde en lugar de abrir nuestros brazos a los necesitados, ponemos barreras. Ellos son verdaderamente los necesitados, en busca de seguridad, bienestar o de una vida mejor, porque no la encuentran en sus propios países donde, a menudo, hay tanta corrupción e interés propio, que los pobres quedan olvidados. Ellos están marginalizados. Están incluso ocultos. Se han hecho invisibles. Están huyendo para salvar sus vidas y con lo que se encuentran es con muros, vallas, barricadas, la policía, gases lacrimógenos, no dejándoles entrar en un lugar donde podrían esperar una vida mejor. ¿De qué manera nosotros, como miembros de la Familia Vicenciana, o de qué manera vosotros, como miembros de la Sociedad de San Vicente de Paúl, acogemos a esos extranjeros? ¿Cuál es vuestra actitud? ¿Cuáles son vuestros pensamientos? ¿Estáis llenos de las mismas actitudes negativas que, muchas veces, los cristianos, al igual que otros, expresan hacia los que son diferentes a nosotros? ¿Quiénes son los extranjeros? Esto es lo que tenemos que preguntarnos y luego mirar alrededor nuestro y ver. ¿Quiénes son los extranjeros alrededor nuestro? ¿Son refugiados? ¿Son inmigrantes? ¿Son personas de otras religiones, especialmente de religiones que a menudo nos cuesta comprender? ¿Son personas que encontramos solos y abandonados, que no importan a nadie, los sin techo, las personas mayores vulnerables, niños, personas en la calle? Estas son todas las situaciones en las que las personas se sienten extranjeras y necesitan ser acogidas.
“Un extranjero es un amigo al que yo estoy todavía por conocer,” esta frase se ha atribuido al poeta, William Butler Yeats, y también a Will Rogers. Quienquiera que sea el autor, significa que estamos llamados a ser relacionales. Esto es un don básico que recibimos de San Vicente de Paúl y que vosotros recibisteis de una forma especial de Federico Ozanam, quien lo recibió de Rosalie Rendu, esa relación personal con los pobres. Al conocerles, sirviéndoles, y preocupándonos por ellos, se desarrolla una amistad. Ellos nos invitan, a sus servidores; ellos os invitan, a sus servidores, a ser sus amigos. Esto sucede muchas veces y es una experiencia que transforma la vida a cualquiera que tienda una mano a los necesitados. ¿Se sienten ellos acogidos por nuestro amor y nuestra presencia? Esta es nuestra llamada.
Hace unas semanas, envié una carta a todos los Visitadores y líderes de la Familia Vicenciana a fin de que podamos pensar en diferentes estrategias, entre Pentecostés y final de año, sobre cómo podríamos trabajar juntos, como Familia Vicenciana, para acoger al forastero. Poco después, a mediados de mayo, visité a nuestros consocios de Holanda. Ellos ya no forman una provincia porque su número ha disminuido. Son una casa bajo la responsabilidad del Superior General. Sin embargo, ellos fueron en otro tiempo una provincia de, posiblemente, los más grandes misioneros que la Congregación haya conocido nunca, sirviendo en China; estableciendo provincias en Indonesia, Etiopia, Fortaleza, Brasil; reforzando las experiencias misioneras en América Central y muchos más lugares por todo el mundo. Estos consocios trabajaron duro y ahora se están muriendo. Sin embargo, en sus días de agonía, junto con un grupo muy activo de laicos que aman el carisma, fueron los primeros en presentarme una estrategia de lo que podíamos hacer para celebrar el 400º aniversario.
Es un proyecto interesante. Tiene dos aspectos que son centrales para nosotros al vivir nuestro carisma vicentino. Uno es predicar la Buena Nueva, que es algo similar a lo que San Vicente, en su época, llamó las Conferencias del Martes. Junto con el consocio moderador y los miembros laicos de la Familia Vicenciana en los Países Bajos, quieren promover, por decirlo de alguna manera, las Conferencias del Martes, compartiendo la Buena Nueva con otros. Ellos han empezado con esto en los Países Bajos y esperan poder hacerlo en Châtillon. Después, les gustaría hacer una peregrinación, junto con quienquiera unirse a ellos, de Châtillon a París, especialmente a la zona de Saint Lazare, donde San Vicente de Paúl tuvo su primera misión. Al mismo tiempo, quieren predicar la palabra de Dios, prestar servicio de una forma humilde, ayudando a los pobres, algo similar a las Cofradías de la Caridad. La idea, misión y caridad, esto es de lo que se trata para nosotros y queremos invitar a otros a que participen con ellos. Les honra. Les aplaudo por esta idea. Nosotros miramos a Holanda, en general, como una Iglesia, que parece ser una Iglesia moribunda y, sin embargo, de esta Iglesia agonizante, se ha alzado una nueva vida que desea encender y hacer presente para siempre el carisma de nuestro edificante santo patrón, San Vicente de Paúl, al que estaremos celebrando de una manera muy especial, a principios de enero de 2017.
G.Gregory Gay, CM
Superior General de la Congregación de la Misión y de la Compañía de las Hijas de la Caridad
Fuente: http://ssvpglobal.org/
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