“Bajó sobre él el Espíritu Santo”
Is 42, 1-4. 6-7; Sal 28; Hech 10, 34-38; Lc 3, 15-16. 21-22.
El bautismo de Jesús, según nos lo cuenta hoy san Lucas, es una maravillosa manifestación en la vida de Jesús y, a través de él, en la vida de la humanidad.
Suceden cosas grandiosas: “Se abrió el cielo”, se conectan la trascendencia infinita de Dios con este profeta de Nazaret sobre el cual desciende el Espíritu Santo, creando una comunión perfecta del Hijo con el Padre. Entonces la voz del cielo lo declara como “Hijo amado”, predilecto. Es entonces cuando Jesús queda “habilitado” como Mesías para realizar la salvación del hombre, para anunciar y construir el Reino.
Jesús es investido con la fuerza del Espíritu y el amor del Padre, y enviado a llevar este amor a todos.
Lo maravilloso de todo esto es pensar que en nuestro propio bautismo sucedió prácticamente lo mismo: El cielo se abrió y se derramó sobre nosotros el Espíritu Santo, amor y fuerza del Padre y del Hijo que nos capacitan para vivir el proyecto de Dios para nosotros. En el bautismo también Dios nos declaró que somos sus hijos amados, predilectos, que cada paso que demos en esta vida estaremos bajo su cuidado especial.
¡Felicidades por tu bautismo!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Silviano Calderón Soltero, C.M.
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