“Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”
Is 52, 7-10; Sal 97; Hen 1, 1-6; Jn 1, 1-18.
Esta afirmación que hace san Juan en Capitulo primero y versículo 14 de su Evangelio, es lo que hoy estamos celebrando. La Palabra eterna por la que fue creado el mundo y todo cuanto existe, vino a nosotros y se hizo uno con nosotros, menos en el pecado. Es el misterio de la Encarnación. Es Jesús a quien hoy contemplamos en el sencillo espacio de un pesebre contemplado por María, por José, por los pastores y los magos.
El mismo evangelista Juan nos dirá: Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. (Jn 3, 16). Y este amor del Padre es Jesús quien lo manifestará a la humanidad con la entrega de su propia vida, hasta darla en la cruz por nosotros.
Hoy es Navidad y por tanto es la fiesta del amor y de la alegría porque Dios nos ha visitado, una visita que se prolonga a través del tiempo. Unamos nuestras voces a las de los Ángeles: Gloria a Dios en el cielo y paz en nuestra tierra…
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: María Elena Camacho, de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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