Jesús no viene para juzgarnos, sino para salvarnos. Nos quiere rescatar de toda maldad. Por lo tanto, se entrega por nosotros.
Juan predica que Dios está por salvar, rescatar, a su pueblo. Pero se les anuncia también a las gentes el castigo que está por venir.
Así que, al igual que los profetas de antes que él, el Bautista predica la esperanza y el juicio. Toma al Mesías por Salvador y justiciero a la vez. Y a Jesús lo tomamos también, desde luego, por Salvador.
Mas, ¿cómo puede ser justiciero el niño al que acaba de dar a luz María, una sencilla y dócil paisana? El lugar de nacer no es la capital, Jerusalén, sino la pequeña Belén. No un palacio, sino un albergue para animales y pastores en mal tiempo. Tal como están las cosas, pues, no se le infunde miedo a nadie.
A lo mejor provoca lástima el niño en el pesebre. Y al verlo los con poder y saber en el mundo, quizá lo tengan en menos. Uno de tantos que se pueden abandonar, desechar, ignorar o explotar. Pero, cierto, se asombra y se maravilla ante él la gente pequeña y sencilla. Es que a tal gente da a conocer el Padre esas cosas que esconde a los con poder y saber.
Dejarnos rescatar por Jesús de toda maldad
Por lo tanto, los pequeños y sencillos ven al Salvador en el niño que parece ser como nada (SV.ES VI:144). Esperan que cree Dios de la nada una cosa nueva.
Todo lo comprenden también. Es decir, captan que el niño en el pesebre se les da a todos cual comida. Pues sí, solo por entregarse por todos logra Jesús rescatar a todos de toda maldad.
Y es por eso que lograrnos salvar y rescatar de toda maldad quiere decir amar hasta el fin al igual que él. Pues lo que nos arruina y esclaviza es el ser egoísta. El encerrarnos en nosotros mismos y en nuestros intereses. Egoístas, juzgamos a los demás en vez de buscar que se salven ellos. Y, por lo tanto, nos ponemos en contra del niño.
Es que más tarde dirá, ya adulto, que no viene para juzgar sino para salvar. Y hará él, sí, lo que habrá dicho. Pues no, no actuará como un mesías justiciero, si bien así parecerá, debido a unas cosas que enseñará luego. Pero tales cosas destacan no más que él, aunque suave, es firme también.
Señor Jesús, no nos dejes de salvar y rescatar de toda maldad. Concédenos, pues, amar al igual que tú. Daremos así testimonio fiel de quién eres: luz grande, Salvador, Portador de la Buena Nueva, gracia, bondad, amor y Palabra definitiva de Dios. No nos dejes ser de los justicieros. Amargos, amargan más las cosas (véase SV.ES I:528).
25 Diciembre 2024
Natividad del Señor
Noche: Is 9, 1-6; Tit 2, 11-14; Lc 2, 1-14//Aurora: Is 62, 11-12; Tit 3, 4-7; Lc 2, 15-20//Día: Is 52, 7-10; Heb 1, 1-6; Jn 1, 1-18
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