La asistencia humilla cuando atiende al hombre solo en sus necesidades físicas, cuando no se preocupa más que de los sufrimientos de la carne, del grito del hambre y del frío, de lo que da lástima, de lo que se asiste hasta en los animales. […]
La asistencia humilla cuando no hay reciprocidad. […] Pero la asistencia honra cuando toma al hombre en su parte superior y se ocupa, en primer lugar, del alma, de su educación religiosa, moral y política, de todo lo que le hace libre de sus pasiones y de una parte de sus necesidades, de todo lo que le hace libre y lo que le puede hacer grande. La asistencia honra cuando, al pan que alimenta, se añade la visita que consuela […].
Cuando trata al pobre con respeto, y no sólo como a un igual, sino como a un superior, pues sufre como tal vez nosotros no seríamos capaces de soportar; cuando se le trata como a un enviado de Dios para probar nuestra justicia y nuestra caridad, para salvarnos por nuestras obras. Entonces la asistencia se hace honrosa, puesto que puede convertirse en algo mutuo, puesto que todo hombre que ofrece hoy una palabra, un parecer, un consuelo, puede tener necesidad de eso mismo mañana.
«La asistencia que humilla y la que honra»
(Federico Ozanam, artículo en el periódico l’Ere Nouvelle, 1848)
Reflexión:
- Si hacemos lectura de este texto desde nuestro siglo XXI, desde nuestra Familia Vicenciana actual, enseguida podemos relacionarlo con la Doctrina Social de la Iglesia y con algunas formas de trabajar a los que nos vamos acostumbrando los vicencianos, como es el Cambio Sistémico. Pero no hemos de olvidar que este texto fue escrito hace casi 170 años, y entonces la realidad social y eclesial era muy diferente. La Doctrina Social de la Iglesia no existía como tal (propiamente, la expresión «doctrina social» fue usada por primera vez por Pío XI en su encíclica Quadragesimo anno, de 1931, quien cita a su predecesor León XIII y su encíclica Rerum novarum, publicada en 1891, aunque reconoce que la preocupación por los problemas económicos y sociales es anterior a la Rerum novarum), y nociones como el Cambio Sistémico eran absolutamente desconocidas. Decimos, y decimos bien, que Federico fue un predecesor de la Doctrina Social.
- Federico expone un aproximamiento holístico al pobre. Esta extraña y poco habitual palabra, holístico, no quiere decir más que una visión en su totalidad. Es decir, Federico nos invita a un acercamiento al pobre en su ser pleno, en todas sus necesidades vitales, no solo en las meramente de supervivencia. Y con eso busca la liberación integral de la persona que es pobre: «de todo lo que le hace libre y lo que le puede hacer grande». Los vicencianos estamos llamados a buscar este aproximación holística en nuestro encuentro con el pobre. Realizar una mera labor asistencialista sería traicionar nuestro Carisma y Espíritu. Nuestra labor y nuestro carisma es liberar a la persona humana para que esta sea protagonista de su propia historia y pueda realizarse y ser miembro activo en la sociedad.
- Pero esta labor no es unidireccional. Los pobres nos dan —y «nos evangelizan», como dijera san Vicente de Paúl— mucho más que lo que nosotros somos capaces de ofrecerles a ellos. Federico tiene claro la «eminente dignidad del pobre» y dice, con otras palabras, lo que los vicencianos recibimos del carisma de Vicente de Paúl: que los pobres son nuestros amos y señores, que ellos son sacramento de Cristo vivo y sufriente en nuestro mundo. Termina Ozanam diciendo que, cuando tratamos al pobre con respeto y sabiendo que son «enviados de Dios», entonces «la asistencia se hace honrosa, puesto que puede convertirse en algo mutuo, puesto que todo hombre que ofrece hoy una palabra, un parecer, un consuelo, puede tener necesidad de eso mismo mañana». Esto es: nuestra ayuda se hace acorde a los deseos de Dios y somos constructores de un Reino donde la fraternidad es una de las principales prioridades: «El que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos» (Marcos 10, 44).
Cuestiones para el diálogo:
- ¿Cómo es nuestro conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia? ¿Suficiente, insuficiente? ¿Está presente la Doctrina Social de la Iglesia en nuestro ser y actuar vicenciano?
- ¿Buscamos la liberación plena y duradera de los pobres a los que servimos? ¿Nos contentamos con lo inmediato y relegamos lo permanente en la asistencia a los pobres?
- ¿Trabajamos por que que los pobres sean protagonistas de su propia liberación? ¿Estamos implementando el Cambio Sistémico en nuestros ministerios?
- ¿Los pobres me evangelizan? ¿Los pobres transforman mi vida? ¿En qué se nota en mi vida?
- ¿Son realmente los pobres nuestra prioridad absoluta en el carisma vicenciano, o nos dejamos desviar por otros aspectos «más superficiales» en nuestra vida cristiana?
Javier F. Chento
@javierchento
JavierChento
Buenas noches me gusto mucho la reflexion.