Jesús se hizo pobre, maldición y pecado por nosotros. Así de necesitados han de hacerse sus discípulos, y les toca esperar en Dios no más y esperarlo todo de él.
Podemos decir sin temor a equivocarnos que esperar en Dios es un rastro esencial de la viuda de Sarepta. Pues se nos refiere a ella por su fe que les falta, en cambio, a los de Nazaret.
Esperar en Dios es una marca también de la viuda pobre en el evangelio de hoy. Mas se distingue ella de los ricos en cuanto al dinero que se echa en el arca de las ofrendas. Entre esos quizá se cuenten los escribas, sabios y entendidos, que ansían reverencias y honores. Se abusan ellos también de la gente sencilla, cual la viuda, y aparentan hacer largas oraciones.
La viuda echa no más dos moneditas de poco valor. Los ricos, a su vez, echan grandes cantidades. Con todo, loa Jesús a la viuda y dice que sus moneditas valen más que las ofrendas de los ricos. Pues mientras los ricos echan de lo que les sobra, la pobre echa todo lo que tiene para vivir.
Es decir, da su vida, lo que da a entender que no puede menos que esperar en Dios. No hay duda de que ella es de los pobres de Dios, de los anawim. Es pobre y no se hace la ilusión de rezumar bendiciones o de ser justa. Tener fe, esperar en Dios y fiarse de él esto es todo lo que tiene ella.
Y los sabios y entendidos la tiene en poco. Pues ella no es como ellos. No puede decir lo que es tener fe, esperar en Dios o vivir para él. A ella le basta con tener fe sencilla. Y se da a las mismas oraciones y prácticas religiosas. Pero esto la lleva a saber y hacer de forma espontánea lo bueno. Guarda ella, sí, la verdadera religión (véase SV.ES XI:120).
Señor Jesús, el Padre no se guardó ni a ti, su propio Hijo, más bien te entregó por todos nosotros, y entregaste, a tu vez, tu cuerpo y derramaste tu sangre por nosotros. Concédenos ser pobres al igual que tú y el Padre. Y déjanos esperar en Dios, como tú, y esperarlo todo de él. Ayúdanos también a captar que solo tal amor abnegado puede salvarnos (DN) e instaurar de modo pleno el reino de Dios.
10 Noviembre 2024
32º Domingo de T.O. (B)
1 Re 17, 10-16; Heb 9, 24-28; Mc 12, 38-44
0 comentarios