En los Evangelios, Jesús menciona a los «pequeños» en varias ocasiones. Dice que quien ponga en peligro la fe de uno de ellos será castigado (Mt 18,6). Dice que hay que tratarlos con respeto (Mt 18,10). Y anima:

«Quien dé a uno de estos pequeños aunque sea un vaso de agua fresca por ser discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa». (Mt 10,42).

Normalmente, cuando pensamos en estos «pequeños», nos inclinamos a pensar en nuestros hijos y en la importancia que tienen para nosotros. Sin embargo, en la Iglesia primitiva, el término podía aplicarse también a los adultos que se habían convertido y, por tanto, eran neófitos en la fe. Estos cristianos recientes necesitaban el testimonio y la guía de quienes tenían experiencia en la fe para mostrarles «el camino». Podemos ver lo sensato de tal postura.

En San Juan, el domingo pasado, tuvimos el Rito de Aceptación para nuestros estudiantes que participarían en el programa del Rito de Iniciación Cristiana para Adultos (RCIA) durante este año. Ocho de los estudiantes solicitaban el Bautismo, la Confirmación y la Primera Comunión; otros nueve solicitaban la Confirmación y la Primera Comunión. Después de muchos meses de preparación, recibirán sus sacramentos en la Pascua de 2025.

En la celebración del Bautismo de niños, el celebrante pregunta a los nuevos padres qué desean para su hijo, y ellos responden «el Bautismo». Durante el Rito de Aceptación para adultos, el ritual permite una pregunta más amplia. Así, el domingo, reunimos a los candidatos en el atrio de la Iglesia de Santo Tomás Moro, rodeados de sus familiares, amigos y compañeros. Entonces, el P. Aidan Rooney preguntó a cada uno de ellos individualmente: «¿Qué te ha traído hoy aquí?». Las respuestas a esa pregunta fueron edificantes y conmovedoras. Cada alumno habló brevemente de su propia historia y de lo que le ha llevado a buscar la plena participación en los sacramentos. El grupo encarnaba la diversidad de la población de St. John’s, y cada respuesta era individual y personal.

Una cosa quedó clara: estos jóvenes eran ahora los «pequeños» entre nosotros. Necesitaban apoyo y aliento en su búsqueda de la fe católica, y parte de esa energía debía provenir de los esfuerzos de la comunidad reunida en torno a ellos ese día. Son nuestros «pequeños», por tonto que parezca. La reunión regular, alegre y fiel de nuestra comunidad, nuestra escucha de la Palabra de Dios, nuestra recepción del Cuerpo y la Sangre del Señor, y nuestro envío brindan parte de la orientación que necesitarían. Recordé de nuevo el versículo de Mateo que instruye a la comunidad a dar «un vaso de agua fría» a estos «pequeños», a mostrar la amabilidad que les hace sentirse bienvenidos y parte del todo.

La celebración del domingo me estimuló y me planteó desafíos. Reconozco que los «pequeños» en St. John’s incluyen más que los estudiantes que comenzaron el RCIA. Muchos de los estudiantes de la universidad de St. John deberían y podrían mirar a los miembros realmente maduros de la comunidad (entre los que debo incluirme) para ayudarles a profundizar y crecer en su fe. Todos son verdaderamente los «pequeños» de los que los miembros experimentados de nuestra comunidad vicenciana son responsables.