En el camino espiritual y caritativo de los vicentinos, somos llamados constantemente a ser no sólo «manos que ofrecen ayuda», sino también «corazones que comprenden», «ojos que ven» y «oídos que escuchan».
La caridad, para ser verdaderamente efectiva, debe partir del punto de vista de quienes la reciben: los pobres y aquellos que se hallan en los márgenes de la sociedad. A menudo, nuestras buenas intenciones y acciones, aunque loables, pueden no lograr plenamente el impacto deseado si no tenemos en cuenta las necesidades y deseos reales de aquellos a quienes servimos.
En este contexto, me gustaría proponer cinco acciones prácticas para hacer más eficaz nuestra ayuda, siguiendo los ejemplos de san Vicente de Paúl y de los demás exponentes de santidad y servicio que encontramos en la Familia Vicenciana, y desde la perspectiva de los propios pobres:
- Escucha activa y respetuosa: antes de ofrecer cualquier forma de ayuda, tenemos que escuchar a las personas a las que servimos. A menudo, las necesidades más urgentes no son las que imaginamos. Debemos acercarnos con una actitud de humildad y respeto a nuestros hermanos y hermanas en situación de vulnerabilidad, dejando que nos cuenten sus principales dificultades, problemas y preocupaciones. Escuchar es un acto de amor y una forma de reconocer la dignidad de los demás: «Queridos hermanos, tened esto en cuenta: sed prontos para escuchar, lentos para hablar y lentos para la ira» (Santiago 1,19).
- Fortalecer la autonomía: La caridad vicenciana debe tener como objetivo último promover la autonomía de las personas a las que asistimos. Para ello, es necesario desarrollar programas y acciones que potencien la autonomía de estas personas, ofreciéndoles no sólo recursos materiales, sino también oportunidades de formación profesional, orientación en la búsqueda de empleo, actividades educativas y apoyo para que poco a poco puedan valerse por sí mismos. La ayuda que perpetúa la dependencia no es caridad, sino un servicio temporal que necesita ser transformado. «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Juan 10,10). Este pasaje nos recuerda que la vida en abundancia implica crecimiento, desarrollo e independencia.
- Crear vínculos reales: En lugar de prestar una ayuda impersonal, debemos esforzarnos por crear vínculos reales y afectivos con las familias a las que acompañamos. Las relaciones de amistad y respeto mutuo crean un espacio para que las personas ayudadas se sientan valoradas y parte de una red de apoyo. Este vínculo de confianza les permite compartir de forma más franca sus dificultades, facilitando a los vicentinos una intervención más precisa y eficaz. «Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor, sino que os he llamado amigos» (Juan 15,15). Al igual que Jesús nos llamó amigos, nosotros también debemos crear lazos de amistad con aquellos a quienes ayudamos.
- Intervención colaborativa: Una asistencia más eficaz requiere la participación y la asociación con otras organizaciones sociales, iglesias, ONG, ramas de la Familia Vicenciana e incluso organismos públicos. La colaboración con otras organizaciones nos permite aprovechar los recursos de que disponemos y ampliar el alcance de nuestras acciones. La solidaridad mutua y la cooperación son pilares fundamentales para una caridad que realmente transforma vidas. «Porque así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así también nosotros, que somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada uno de nosotros es miembro de los demás» (Romanos 12,4-5). La colaboración es esencial para que el cuerpo de Cristo actúe en unidad.
- Acompañamiento continuo y personalizado: Cada persona a la que ayudamos tiene una historia de vida única, y sus necesidades pueden variar con el tiempo. Por eso es esencial que ofrezcamos un acompañamiento regular y personalizado para cada caso, reevaluando con frecuencia la situación y ajustando nuestra ayuda a medida que cambian las circunstancias. Un servicio puntual y sin continuidad corre el riesgo de caer en el olvido, sin generar cambios significativos en la vida de las personas a las que ayudamos. «Y considerémonos unos a otros, para trabajar en el amor y en las buenas obras» (Hebreos 10,24). Esto nos recuerda la importancia de estar continuamente presentes en la vida de aquellos a quienes servimos, siempre animándoles y apoyándoles.
Estas cinco acciones son un llamamiento a practicar una caridad más consciente, empática y transformadora. Como vicentinos, tenemos el desafío diario de ir más allá de las simples donaciones materiales, asumiendo una postura de verdadero servicio, donde los necesitados no son receptores pasivos de nuestra ayuda, sino protagonistas en la construcción de su propia historia.
Al hacerlo, permitimos que el amor de Cristo llegue a cada persona en su totalidad a través de nosotros, respetando su dignidad y promoviendo su transformación integral. Que, a la luz del Evangelio y de la espiritualidad vicentina, hagamos de nuestra caridad un instrumento de justicia y de promoción humana, centrado siempre en los más pobres.
Consocio Renato Lima de Oliveira
16º presidente general de la Sociedad de San Vicente de Paúl (de 2016 a 2023).
De acuerdo en todo. Nosotros los Vicentinos sobre todo en estos tiempos tan difíciles tenemos que entender que es muy importante tratar de alimentar el espíritu de nuestros protegidos y fortalecer así sus voluntades para una vida mejor. Siempre basándonos en el ejemplo de Federico Ozanam y con la Fe puesta en la luz del Espíritu Santo y la bendición del Señor y su Preciosa Madre la Virgen María.