Las Hermanas de Gijzegem: Una historia de devoción y servicio #famvin2024

por | Oct 8, 2024 | Familia Vicenciana, Famvin 2024, Formación, Ramas de la Familia Vicenciana | 0 Comentarios

Fundada en 1818 por la baronesa Elisabeth de Robiano, la Congregación de las Hermanas de San Vicente de Paúl, «Siervas de los Pobres» de Gijzegem, encarna más de dos siglos de dedicación a la espiritualidad, la educación y la atención sanitaria, con una atención especial a los más pobres de los pobres. Hoy en día, esta comunidad religiosa se extiende por tres continentes y sigue fiel a los principios establecidos por su fundadora, a pesar de los desafíos que plantea la disminución de vocaciones y la evolución del mundo moderno.

Orígenes: Una fundación marcada por la crisis

Nacida el 25 de julio de 1773 en Tervuren, Elisabeth de Robiano creció en un entorno estricto, moldeado por los valores de la nobleza y de la Iglesia católica. En ese momento, Bélgica estaba sumida en la Revolución de Brabante y la Revolución Francesa, periodos de agitación social y política que influyeron profundamente en la joven Elisabeth. Desde temprana edad, sintió la llamada a la vocación monástica, pero los compromisos familiares, especialmente tras la muerte de su padre, la llevaron a posponer sus planes.

En 1799, se casó con el barón Charles Lecandèle y se trasladó al castillo de Gijzegem. Fue allí, animada por su director espiritual, Monseñor De Broglie, donde comenzó a dedicarse por completo al trabajo caritativo. La pobreza endémica de la región, agravada por las guerras napoleónicas, motivó a Elisabeth a actuar. Sus primeros esfuerzos incluyeron intentar establecer un hospital y un asilo, pero ambas iniciativas fracasaron por falta de recursos. Entonces se centró en la educación, reconociéndola como una vía para sacar a las nuevas generaciones de la pobreza.

La fundación de la Congregación

La Congregación tomó forma en 1818 con la fundación de una escuela de hilado en Gijzegem. Esta escuela, destinada a los niños pobres, fue un éxito inmediato y superó las expectativas. Junto a la baronesa, la hermana Barbe Cool, de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de Ten Bunderen, se encargó de la institución. La escuela pronto se convirtió en un modelo de integración social, acogiendo a niños de todas las clases sociales, con estudiantes más acomodados pagando matrículas para subvencionar la educación de los niños más desfavorecidos.

En 1819, la Congregación recibió su primera regla de vida, inspirada en la espiritualidad de san Vicente de Paúl y escrita por el jesuita Vincent Le Maître. Las hermanas se comprometieron a vivir con sencillez, humildad y amor, siguiendo los preceptos de su santo patrón, quien sigue siendo central en su misión. Estos valores quedaron profundamente arraigados en la identidad de la Congregación, reflejándose en sus oraciones diarias, en su trabajo educativo y en el cuidado de los enfermos.

Expansión y desafíos en el siglo XIX

Inicialmente centrada en la región de Gijzegem, la Congregación comenzó a expandirse por toda Bélgica en la década de 1830. Este crecimiento se vio facilitado por la independencia de Bélgica en 1830, que proporcionó un contexto más estable para el desarrollo de las instituciones religiosas. En 1835, las primeras hermanas hicieron sus votos perpetuos, consolidando su compromiso de por vida al servicio de los pobres. El rápido crecimiento de la comunidad, que contaba con 45 hermanas en 1823, requirió un traslado a un complejo más grande en Gijzegem.

Cuando Elisabeth de Robiano falleció en 1864, la Congregación ya se había extendido por cuatro diócesis belgas y contaba con 222 hermanas en 32 comunidades. Este éxito se debió tanto a la dedicación de la fundadora como a la de sus sucesoras, incluida la hermana Marie-Louise De Wilde, quien fue elegida la primera Superiora General tras la muerte de la baronesa.

La era de las misiones: expansión internacional y apogeo

A comienzos del siglo XX, las Hermanas de Gijzegem iniciaron una nueva fase: la era de las misiones. En 1896, las primeras hermanas partieron hacia Brasil, estableciéndose en Olinda y más tarde en São Paulo. Este primer puesto misionero marcó el comienzo de una larga tradición de compromiso internacional, que continuó en 1930 con la apertura de una misión en el Congo, en Vaku. Estos esfuerzos permitieron a la Congregación expandirse más allá de las fronteras europeas, fortaleciendo su influencia y su alcance.

Las décadas de 1940 y 1950 representaron el apogeo de la Congregación. Fue un periodo de prosperidad y crecimiento, tanto en Bélgica como en el extranjero. Las Hermanas de Gijzegem estaban activas en numerosas escuelas, hospitales y obras de caridad, donde continuaron sirviendo a las comunidades más pobres.

Crisis y reorganización en el siglo XXI

A partir de la década de 1960, la Congregación experimentó una disminución en las vocaciones y un aumento en el número de hermanas que abandonaban la orden. Este fenómeno, común en muchas comunidades religiosas en Europa, condujo a una necesaria reorganización. En 1969, Bélgica, cuna del Instituto, se convirtió en una provincia distinta de la administración general, que ahora se encargaba de gestionar todo el Instituto. Esta nueva estructura tenía como objetivo gestionar mejor los recursos y apoyar a las provincias que afrontaban dificultades.

En 1988, la provincia brasileña, que había crecido considerablemente, se dividió en dos entidades separadas: Brasil Sudeste y Brasil Centro-Oeste. Sin embargo, la reorganización continuó, y estas dos provincias se fusionaron nuevamente en 2022, lo que ilustra los desafíos continuos que enfrenta la Congregación.

Hoy en día, la Congregación de las Hermanas de Gijzegem está estructurada en tres provincias: Bélgica, Brasil y el Congo. Aunque su número ha disminuido, siguen activas en sus misiones originales, especialmente en la educación y la atención sanitaria, mientras se adaptan a las necesidades contemporáneas de las sociedades a las que sirven.

Legado y continuación

En 2017, la hermana Clarette De Coene fue elegida Superiora General de la Congregación por un periodo de seis años. Bajo su liderazgo, la Congregación sigue reinventándose, pero siempre fiel al legado espiritual y misionero de Elisabeth de Robiano. En 2018, la Congregación celebró su 200 aniversario. En ese momento, contaba con 276 hermanas distribuidas en 54 comunidades en siete países, un testimonio vivo de la perseverancia y la resiliencia de esta comunidad religiosa.

La historia de las Hermanas de Gijzegem es una historia de fe y devoción, arraigada en una tradición centenaria pero siempre mirando hacia el futuro. A pesar de los desafíos que plantea el mundo moderno, siguen llevando adelante el legado de su fundadora, sirviendo a los pobres con sencillez, humildad y amor. Estos valores, heredados de san Vicente de Paúl y transmitidos por Elisabeth de Robiano, continúan guiando sus acciones e inspirando su misión en un mundo en constante cambio.

Sus acciones, su historia y su legado siguen siendo un ejemplo luminoso del compromiso cristiano con los más vulnerables, demostrando que la fe, cuando se vive plenamente, puede transformar vidas y comunidades enteras. Las Hermanas de Gijzegem, aunque puestas a prueba por el tiempo, siguen siendo una fuerza para el bien, manifestando el poder del servicio desinteresado y la compasión.

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Etiquetas: famvin2024_ramas

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