Contemplación: Espíritu de pobreza

por | Sep 28, 2024 | Formación, Reflexiones, Sociedad de San Vicente de Paúl | 0 Comentarios

Este artículo apareció originalmente en ssvpusa.org

«Todos los que tienen la experiencia de la beneficencia pública —escribió el beato Federico en 1848— saben que nadie socorre mejor a los pobres que los mismos pobres» [Artículo «A la gente de bien», en el periódico l’Ere Nouvelle, 1848]. Quienes han sufrido ellos mismos privaciones e indignidades no sólo buscarán con más ahínco alimentos o dinero para ayudar a los demás, sino que se centrarán en las necesidades más urgentes y, lo que es más importante, se entregarán de verdad. Este es el «espíritu de pobreza y aliento» al que nos llama nuestra Regla. [Regla, Parte I, 3.13].

En tiempos de Federico, crecían las sociedades de beneficencia pública y filantrópicas. Muchas de ellas disponían de grandes sumas de dinero para gastar, y al cabo de sólo un año tenían «volúmenes gruesos de procesos verbales» que atestiguaban cuánto habían gastado [carta a Léonce Curnier, de 23 de febrero de 1835]. La Sociedad de San Vicente de Paúl, por otra parte, nunca se vio limitada por el dinero en su capacidad o deseo de ayudar. «Ve a los infelices pobres con tu ofrenda —enseñaba Federico— por pequeña que sea. Si no tuviéramos más que el óbolo de la viuda para ofrecer, el pobre habrá tenido al menos el consuelo de haber estrechado la mano de un amigo» [Baunard, 274].

Frédéric utilizaba a menudo la imagen del óbolo de la viuda, recordando la enseñanza de Cristo según la cual «la viuda pobre puso más que todos los demás; porque todos esos otros han hecho ofrendas de su riqueza sobrante, pero ella, desde su pobreza, ha ofrecido todo su sustento». De manera similar, nuestra Regla llama a los vicentinos a una vida de abnegación, compartiendo nuestro tiempo, nuestras posesiones, nuestros talentos y nuestro propio ser [Regla, Parte I, 2.5.1].

No podemos resolver todos los problemas del mundo, ni estamos llamados a hacerlo. En cambio, estamos llamados a buscar y compartir, mediante el testimonio de nuestro amor, la esperanza del Reino con todos los que sufren. Como con los pobres de la época de Federico, nuestra ayuda será mejor cuando compartamos con el prójimo en espíritu de pobreza. Como decía san Vicente, «el espíritu de pobreza es el espíritu de Dios… tener los mismos deseos y afectos que Dios, entrar en los sentimientos de Dios» [SVP ES XI, 140].

Buscando ser el rostro de Cristo, buscamos también imitarle en su pobreza, a este Hijo de Dios que se humilló para caminar y vivir entre los pobres, y que nos dijo que son bienaventurados [Cfr. Lc 6,20]. Por supuesto, pedimos donativos para apoyar nuestras obras, igual que el mendigo en la calle sostiene su sombrero en la mano hacia los transeúntes. Al mismo tiempo, confiamos en la providencia para que lo que tengamos sea suficiente. Como nos recuerda Federico, el verdadero espíritu de la pobreza no es la gratitud por lo que tenemos, sino la gratitud por lo que podemos dar.

«¡Ay!, mi querido amigo: ¡cuántas miserias a nuestro alrededor, y qué triste se siente el corazón por no poder aliviarlas! ¿Qué es nuestro óbolo lanzado en ese gran abismo de la pobreza? ¿Y no nos sentimos felices por poder, al menos, ofrecer esa limosna? ¡Hay tantos que no tienen la dicha de dar limosna!» [carta a Ernest Falconet, de 20 de agosto de 1836].

Contemplar

¿Hay algún momento en el que verdaderamente hayas sentido un espíritu de pobreza en esta labor?

Por Timothy Williams
Director Senior de Formación y Desarrollo de Liderazgo
Sociedad de San Vicente de Paúl USA.

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