El siglo en el que estamos ha olvidado hasta tal punto el lenguaje cristiano de nuestros padres que es difícil hablarlo sin adular involuntariamente las pasiones de los malos ciudadanos, y sin herir la timidez de las personas honradas. Cuando nos conmueven los avances del pauperismo, cuando nos arranca un grito de alarma esa desgracia que introduce el hambre y el vicio en tantos hogares desolados, cuando pedimos para aliviar tantas necesidades no solo recursos sino reformas justas, sufrimos el inconveniente de ver que se nos alaba por parte de escuelas de pensamientos con las que no tenemos nada en común, y que piensan que somos de los suyos porque se creen los únicos guardianes de los intereses del pueblo. Pero sentimos también el dolor muy vivo de provocar los reproches de muchos cristianos, con los que tenemos todo en común, a excepción de ese terreno limitado y conflictivo de las opiniones políticas, y que tienen la desdicha de mirar como novedades las verdades mismas con las que fueron criados, en las que encontraron su altura de espíritu y la generosidad de su carácter.
Federico Ozanam, «Des dangers de la Charité» [De los peligros de la caridad], en L’Ère Nouvelle, número del 29 de octubre de 1848.
Reflexión:
- Buscar la justicia ha de ser necesariamente un fundamento de nuestro ser y actuar como personas de fe. La Encarnación, que hace apenas unos días celebrábamos, nos recuerda, entre otras cosas, que Dios elige acercarse al hombre y hacerse presente en medio del pueblo, en medio de los necesitados, en medio de los pobres. Cuando, más adelante, Jesucristo inicia su vida pública, el evangelio de Lucas nos muestra a Jesús en una sinagoga, leyendo un texto de Isaías: «El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor» (cf. Lc 4, 17ss). Después de leer este texto de Isaías capítulo 61, Jesús dice: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy».
- El creyente no puede serlo si no vive este aspecto esencial. Federico Ozanam lo tuvo claro, hasta tal punto que se sorprendía de que sus correligionarios criticasen los esfuerzos de la Sociedad de San Vicente de Paúl para aliviar las pobrezas, mientras que otras personas no creyentes le mostraban sus simpatías.
- Y, sin embargo, como él mismo dice, no es nada novedoso: lo vemos en Jesucristo, pero también en los primeros cristianos, en los Padres de la Iglesia, en San Vicente y santa Luisa, en tantos y tantos testimonios que es difícil zafarse de la realidad: construir el Reino es trabajar por los desheredados de la tierra, siguiendo el ejemplo de nuestro Maestro.
- En nuestro mundo sigue habiendo demasiados cautivos, ciegos, oprimidos… como seguidores de Jesucristo asumimos su misión de seguir luchando por su liberación, como algo que es fundamental en nuestra vida como seguidores de Jesús.
Cuestiones para el diálogo:
- ¿Hemos experimentado la crítica de nuestros hermanos en la fe, por algunas de nuestras acciones? ¿Eran críticas fundadas?
- ¿Podemos colaborar con personas no creyentes en la defensa de los empobrecidos? ¿Lo hacemos?
- A la luz del texto de Lucas, ¿en dónde debería de estar realmente el fundamento de nuestra fe?
Javier F. Chento
@javierchento
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