“¡Bienaventurados!”
1Cor 7, 25-31; Sal 44, 11-12.14.15.16-17; Lc 6, 20-26.
Hoy escuchamos en Lucas una de las páginas más famosas de la predicación de Jesús: las bienaventuranzas. Resulta sorprendente la lista: ¿cómo se puede llamar dichosos a los que lloran, a los pobres o a los perseguidos y lamentarse sobre los ricos?
La enseñanza de Jesús es paradójica. No va según nuestros gustos o criterios. Mas bien va de acuerdo a los planes de Dios. Para tratar de entender, recordemos que, en el mundo bíblico, la palabra “bienaventurado” refiere a una persona que es dichosa porque vive en relación estrecha con la divinidad, se siente tan pleno de saberse amado por el Padre de manera que cualquier satisfacción humana queda relegada.
Con esta clave de lectura, podemos decir que las bienaventuranzas señalan lo que hace Dios y cómo actúa en la historia humana. El mundo de hoy nos promete otra lista de dichas que no coinciden con la de Jesús. ¿Estamos en la lista de bienaventurados de Jesús, o nos empeñamos en seguir en la lista de este mundo? Si no encontramos la felicidad, ¿será porque la estamos buscando donde no está?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Antonio G. Escobedo C.M.
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