Limpios y no limpios a los ojos de Dios

por | Ago 29, 2024 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús es el que ve a Dios.  No puede menos que ser, por lo tanto, el mayor entre muchos hermanos y hermanas que son limpios de corazón. 

El pueblo elegido de Dios no han de añadir nada a lo que él les ha mandado ni suprimir nada.  ¿No da a entender esto que sus mandatos han de quedar claros, limpios, sencillos, y así se capten, se guarden?

Mas en todo caso, se les han añadido unas y otras abluciones rituales.  Y ellas han ocupado su lugar en la «tradición de los mayores» que guardan los fariseos, los escribas y los demás judíos.  Después de todo, la tradición es decisiva en cuanto a lo que es ser judío.

Así que se molestan los fariseos y los escribas, pues los discípulos de Jesús comen sin lavarse antes las manos.  Y le preguntan de esto.  Él, a su vez, defiende a sus discípulos y toma la ofensiva contra los criticones.  Les dice que se refiere a ellos Is 29, 13.  Y luego hace él distinción entre preceptos humanos y los mandatos de Dios.  Pues los acusa de dejar a un lado lo que manda Dios para aferrarse a la tradición de los hombres.

Llama Jesús luego a la gente y les dice que lo que mancha a los humanos no viene de fuera.  Lo que mancha, más bien, es lo que sale de dentro.  Pues del fondo del corazón humano salen las malas intenciones y otras tantas maldades.  Todas ellas salen de dentro y manchan a los humanos.  Es decir, vale más que los humanos sean limpios en su interior que sean limpios en su exterior.

El culto puro y sin mancha a los ojos de Dios por parte de los limpios de corazón

Marcos, desde luego, no escribió para los judíos sino para los no judíos.  Es por eso que se vio obligado a dar explicaciones sobre las abluciones rituales.  ¿Por qué, pues, tratar de ellas con los que a los cuales no les toca cumplirlas?  Se halla la razón en Mc 7, 18 que no forma parte del evangelio de hoy.  En este texto, les dice Jesús a sus discípulos:  «¿También vosotros no entendéis?»

Sí, también nosotros que nos decimos seguidores de Jesús podemos acabar dándole a Dios un culto vacíos.  Enfocados demasiado en la observancia externa, perdemos de vista el verdadero culto.  Apenarnos por faltar a unas devociones pueda querer decir olvidarnos de que Dios es amor (SV.ES I:149).

Y decimos que el «amor está por encima de todas las reglas» y que hay tal cosa como el «dejar a Dios por Dios» (SV.ES IX:1125; IX:297).  Pero, ¿no son lemas vacíos no más o modos de honrar a Dios con los labios?  ¿Es puro y sin mancha a los ojos de Dios el culto que le damos?  ¿Pues limpios de corazón ayudamos a los pobres y nos guardamos de la codicia del mundo?  ¿Renunciamos nuestro orgullo y nuestra necedad para dejar a los pobres enseñarnos lo que es el verdadero culto?  Después de todo, de ellos es tal culto (SV.ES XI:120).

Mejor, pues, que nos examinemos a nosotros en lugar de criticar de forma severa a los demás.  En vez de tomarlos por no limpios.  Y en vez de hacernos la ilusión de que, al igual que Dios, conocemos el bien y el mal.

Señor Jesús, conoces nuestros corazones.  Lávalos y serán limpios de todas las maldades que nos manchan.  Concédenos la gracia de vivir tu Buena Nueva «sin glosa», sin interpretaciones interesadas y convenientes, sin disminuir tus exigencias.  Haz que nuestra participación en tu Cena siempre nos recuerde lo que esperas de nosotros. 

1 Septiembre 2024
22º Domingo de T.O. (B)
Dt 4, 1-2. 6-8; Stg 1, 17-18, 21b-22. 27; Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23

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