“No les impidan a los niños que se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos”
Ez 18, 1-10.13b.30-32; Sal 50, 12-13.14-15.18-19; Mt 19, 13-15.
Un diálogo muy vivo entre Dios y nosotros es lo que encontramos en la liturgia de hoy. Jesús atendía a todos, y con preferencia a los más débiles, a los marginados, los enfermos y pecadores.
En esta ocasión a los niños para que los bendiga. Su bendición para ellos es un gesto conmovedor de cariño, de ternura y de aceptación. A Jesús les gusta ponerlos como modelos de la actitud que deben tener sus discípulos, por su sencillez, pureza de intención y de corazón.
La convicción de nuestras debilidades y de nuestras limitaciones, nos deben llevar a mantener un actitud humilde de quien reconoce la necesidad de los demás. Meditemos sobre nuestras actitudes con el prójimo y entrando en una renovación profunda proclamemos con el salmista: «Oh Dios, crea en mi un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu».
Como seguidores de Jesús, sabemos que Dios se interesa por los niños. Jesús habló mucho de proteger y amar a los niños y de acogerlos en su reino. Jesús tiene un amor tierno, protector e incesante hacia ellos. ¿Y tú? ¿Te interesas por ellos?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Osvaldo Triana C.M.
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