Contemplación: Alguien que vive de forma diferente

por | Ago 7, 2024 | Formación, Reflexiones, Sociedad de San Vicente de Paúl | 0 Comentarios

Este artículo apareció originalmente en ssvpusa.org

Serviens in spe, es el lema de la Sociedad, Servir en esperanza. La esperanza puede ser un sentimiento poderoso, un estado de ánimo que nos hace continuar en medio de grandes dificultades. Es una luz al final del túnel, un rayo de luz detrás de la nube, y es la recompensa que buscamos recibir por el dolor de nuestros esfuerzos. Pero la esperanza en la que sirven los vicentinos es mucho más que un sentimiento o una motivación: es una virtud y una gracia que hay que compartir.

No hay duda de que el apoyo material que ofrecemos al prójimo es importante. Estar sentado en la oscuridad y el bochorno, con la electricidad cortada en pleno verano, puede llevar a la desesperanza, y el hambre y la sed pueden llevar a la desesperación. Como advertía el beato Federico, debemos «sobre todo, evitar el desaliento, que es la muerte del alma» [Carta a Ernest Falconnet, de 18 de diciembre de 1831]. El dinero, la comida, los muebles y la ropa, todo lo que podamos aportar para ofrecer un pequeño alivio al sufrimiento del prójimo, es vital. Como nos recuerda el apóstol Santiago, si todo lo que hacemos es desear el bien a los pobres, pero «no les damos lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta» [Sant 2,15].

Sin embargo, por muy importantes que sean estas obras, no bastan por sí solas; las obras sin fe no son menos vacías que la fe sin obras, y «los vicentinos visitan no sólo para dejar la compra o pagar una factura, sino para establecer relaciones basadas en la confianza y la amistad» [Manual de la SSVP, 20]. Nuestras visitas, nuestro aliento y nuestras oraciones sirven sobre todo para llevar verdadera esperanza.

Trabajamos incansablemente no sólo para ayudar a los pobres, sino para ayudarles a salir de la pobreza. Al mismo tiempo, reconocemos que la esperanza en la que servimos no debe ser tan limitada que se restrinja a la esperanza de que se vuelva a encender la luz, o se pague el alquiler, sino que es «la esperanza más grande que no puede ser destruida» [Spe Salvi, 35]. [Spe Salvi, 35]. Es la esperanza que es la luz del mundo, la esperanza que llena nuestros corazones, la esperanza que trasciende todas las preocupaciones mundanas; es una esperanza que crece del amor de un Dios que nos tiene a cada uno de nosotros como preciosos ante sus ojos, y no nos abandona en nuestra desesperación.

Es importante comer, pero más tarde se vuelve a tener hambre. Es importante pagar el alquiler, pero la factura vuelve a vencer el mes que viene. El amor de Dios es eterno, y nuestra primera responsabilidad al servir a los pobres es hacerlo sólo por amor, con la esperanza de que a través de nuestros cuidados «los pobres puedan vislumbrar el gran amor de Dios por ellos» [Regla, Parte I, 2.1].

La vida es más que la comida, y el cuerpo más que la ropa [cfr. Mt 6,25]. Esas cosas se consumen en un instante y luego volvemos a necesitarlas, lo que a veces nos lleva a preocuparnos demasiado, o a acumular más de lo que necesitamos, pero «quien tiene esperanza vive de otra manera» [Spe Salvi, 2].

Contemplar

Al aliviar el sufrimiento del prójimo, ¿le ofrezco también esperanza?

Por Timothy Williams
Director Senior de Formación y Desarrollo de Liderazgo
Sociedad de San Vicente de Paúl USA.

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