Me encanta enseñar sobre los Salmos. Cuando lo hago, la primera imagen que ofrezco para sugerir la amplitud y profundidad de estos poemas/canciones bíblicas es una Galería de Arte.
Ya sabes lo que pasa cuando entras en una galería de arte y empiezas a mirar a tu alrededor. Puedes pasar de una sala a otra y ver obras de distintas épocas y lugares, con distintos soportes y tamaños, con colores brillantes o tenues, que representan a distintos artistas y movimientos. Evidentemente, son obras de arte individuales y cada una puede ser apreciada por sí misma. Veo cada obra como el esfuerzo de un artista que quiere plasmar una escena, un sentimiento o un acontecimiento. Cada obra es única, personal y bella.
Esa imagen de galería de arte me ayuda a reflexionar sobre los Salmos. Yo también los veo como expresiones individuales de una experiencia. Algo sucede en la vida del salmista y éste se siente movido a plasmarlo de una manera que compromete su vida de un modo único y personal. Con imágenes convincentes y recursos literarios originales, el salmista cuenta su historia de manera abierta y sincera. Al igual que el artista plástico, el salmista revela una verdad que el que reza con él está invitado a apreciar, pero no tiene por qué hacerlo de la misma manera que dio lugar al pensamiento del autor. El salmo se pone «ahí fuera». Luego, quien lo elija puede «asimilarlo» y rezarlo según su propia historia vital.
Un ejemplo útil y familiar de esta verdad surge para mí fuera del Salterio. El Magnificat de María surge de un momento concreto de su vida. Capta algo de lo que sucede en su interior, así como su deseo sincero de proclamar su alabanza a Dios. Presenta fielmente un salmo que tiene significado para ella. Escucha de nuevo cómo comienza:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor;
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador.
Porque ha mirado la humildad de su sierva;
desde ahora todos los siglos me llamarán bienaventurada».
¡Cuántas veces hemos visto representaciones artísticas de esta gran oración de la Virgen! Reconocemos cómo da expresión verdadera y colorida a su experiencia. Uno puede ver fácilmente cómo ocuparía un lugar de honor en la galería de arte de los Salmos.
Cuando miro tantas oraciones del Salterio, trato de imaginar las circunstancias que habrían dado origen a estas palabras dirigidas al Señor. ¿Qué tipo de arte sugiere su manifestación? Las posibilidades abarcan toda la gama de la expresión humana, con expresiones de alabanza, lamento, petición y acción de gracias, así como tantos otros sentimientos que dan voz al encuentro o encuentros del salmista.
Sí, encuentro que la imagen de una galería de arte me ayuda a visualizar y rezar los Salmos. Se complementan y dan expresión múltiple a la experiencia del corazón humano. Ayudan a la persona a buscar al Señor en medio de una vida complicada y a dar forma a su conversación con Aquel que nos ama.
Vicente de Paúl amaba los Salmos y animaba a sus comunidades a rezar las horas canónicas con «reverencia, atención y devoción» (Reglas Comunes. Cap. X. Art. 5). Escuchamos esa llamada a ser un pueblo orante y lleno de alabanzas.
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