Estar de parte de los obreros • Una reflexión semanal con Ozanam

por | Jun 22, 2024 | Federico Ozanam, Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Por supuesto, el barrio de Saint-Jacques y el de Jardin-des-Plantes no dan siempre el espectáculo de la misma desolación. Conocemos allí calles comerciales, casas pobres pero habitables, habitaciones estrechas pero bien cuidadas que conservan restos de una antigua holgura, muebles encerados, ropa blanca, y esa limpieza que es el lujo de los pobres. Pero la comparación se hace más dolorosa entre el recuerdo de ese bienestar, fruto de un largo trabajo y de una estricta economía, y la miseria de estos robustos obreros, de estas amas de casa activas, que se indignan de su ociosidad y que, tras largas jornadas transcurridas a las puertas de las obras y de las tiendas en las que no los contratan, se quejan por perecer tanto de aburrimiento como de necesidad. Aquí al menos, ya no hay lugar en los corazones duros, para esa excusa familiar en el sentido de que los pobres lo son por su culpa, como si la falta de luz y de moralidad no fuera la miseria más deplorable y más apremiante para las sociedades que quieren vivir. […] Entre estas gentes de las afueras que acostumbramos a representar como un pueblo sin fe, son muy pocas las que no tienen en la cabecera de su cama una cruz, una imagen, un ramo bendecido, aunque hayan muerto en el hospital por las heridas de junio sin haber abierto sus brazos al sacerdote y su corazón al perdón.

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Federico Ozanam, «Aux gens de bien» [A las gentes de bien], en L’Ère Nouvelle, nº 151, del 15 de septiembre de 1848.

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Reflexión:

  1. La cuestión social es una expresión que aparece durante el siglo XIX para agrupar a todas las cuestiones y conflictos que la revolución industrial había traido consigo, entre ellos la pobreza y la mala situación de la clase trabajadora.
  2. La Revolución industrial tuvo su origen inicialmente en el Reino Unido, durante la segunda mitad del siglo XVIII, extendiéndose por toda Europa y el mundo durante el siglo XIX. Trajo consigo una profunda transformación de las realidades social, económica y laboral, pasando de una economía rural basada en la agricultura y el comercio, a otra urbana basada en la industria y los procesos mecánicos en la producción. Como consecuencia, la producción aumentó exponencialmente, necesitándose menos mano de obra y tiempo de producción para realizarla.
  3. Sin embargo, el liberalismo fue incapaz de mejorar las condiciones de la inmensa clase obrera que emigraba a las grandes urbes en busca de trabajo en las factorías. La misma ley de la oferta y la demanda provocó que las condiciones laborales de los obreros fuesen todo menos dignas. Federico clama en varias ocasiones contra esta situación de aquellos nuevos pobres que, aun teniendo un trabajo, no lograban salir del cinturón de pobreza que rodeaba su existencia, por mucho que se esforzasen y trabajasen en ello. En efecto, el ser obrero, un trabajador honrado y humilde, no garantizaba entonces el poder llevar una vida digna; mucho menos si se pertenecía a la inmensa multitud de desempleados que subsitían a duras penas en los arrabales de París.
  4. Federico trabajo activamente por la dignidad de los obreros, por su promoción y sus derechos. En otros textos habla, en este sentido, sobre la retribución salarial digna, las jornadas de descanso, las horas de trabajo diario, el trabajo infantil, etc. Pero no solo escribe, sino que también actúa: así, ya en 1846 comienza, con otros compañeros profesores de la Sorbona, a trabajar por la dignidad de los obreros dándoles clases gratuitas en los locales de una iglesia de París: «Después de sus agotadoras clases en la Sorbona por las mañanas, por las tardes se le podía oír hacer lo mismo ante una asamblea de obreros, en la cripta de Saint-Sulpice, desplegando sus habilidades tan solemnemente como cuando se dirigía a la audiencia más delicada y culta. […] No sorprende que Ozanam fuese un orador popular entre los obreros. Se consideraba uno de ellos y su elocuencia exhibía una auténtica señal de orgullo personal cuando se ocupaba de la dignidad y el poder del trabajo, del esfuerzo humano en cualquier campo. En sus obras abundan excelentes textos sobre el trabajo como una de las fuerzas regeneradoras del mundo, así como argumentos y ejemplos cuyo propósito es mostrar cómo el obrero, oprimido y despreciado por el paganismo, fue rehabilitado por el cristianismo» (Cf. Kathleen O’Meara, Federico Ozanam, profesor en la Sorbona: su vida y obra, Barakaldo: Somos Vicencianos, 2017, capítulo XVIII).
  5. El trabajo es, para Ozanam, la gran fuerza regeneradora del mundo: «El trabajo, que fue el castigo por la caída, se ha convertido en la ley de la regeneración. El trabajo es el que origina las épocas gloriosas, cuando encuentra allí la inspiración, y cuando no la encuentra, todavía suscita hombres útiles y naciones estimables» (Cf. «Des Devoirs littéraires des chrétiens», en Œuvres complétes de Frédéric Ozanam, tomo 7).
  6. Este texto de Federico que ahora reflexionamos nos habla de familias que sufrieron la crisis del momento y que, viviendo en calles de «buena reputación», pasaron a ser prácticamente como aquellos vergonzantes del tiempo de san Vicente de Paúl. Pero sobre todo nos relata la vida de los obreros y sus familias, que no pueden salir de la miseria aún trabajando, y de esas «amas de casa activas» que no encuentran trabajo en las factorías con el que complementar los ingresos familiares: ni aún queriendo trabajar pueden hacerlo, porque nadie les contrata.
  7. El paralelismo de aquellos tiempos con los actuales es, sin duda, impactante. La crisis global que el mundo ha padecido desde 2008 y que aún sufrimos —que muchos equiparan a la padecida en los años treinta del siglo XX— ha traído como consecuencia escenas similares, calcadas diríamos a aquellas de las que Federico fue testigo: despidos masivos, sueldos de miseria, condiciones laborales indignas, familias que viviendo razonablemente bien pasan a formar parte de las bolsas de pobreza de las ciudades, la brecha, en fin, entre ricos y pobres agrandándose más y más.
  8. A finales del siglo XIX, el papa León XIII publica la encíclica «Rerum Novarum», iniciando así lo que conocemos como el cuerpo principal de la Doctrina Social de la Iglesia. «El panorama histórico que antecede a la encíclica es que se vivía cada vez y en mayor escala una actitud de indiferencia, no sólo hacia Dios, sino también ante las miserias ajenas. El liberalismo filosófico nutría con sus ideas al sistema económico que conocemos como capitalismo liberal. La utopía de los idealismos socialistas, principalmente de origen marxista, fomentaba las inconformidades y los reclamos de los trabajadores y los empujaba a la lucha de clases. Se necesitaría estar ciego para no ver la pobreza escandalosa de los asentamientos humanos en los barrios proletarios, la carencia de lo necesario para vivir dignamente; esas familias no vivían, subsistían. La moral individual, la resignación de algunas personas y la exhortación a la generosidad de los ricos con los desposeídos es la voz de algunos autores por despertar una conciencia social. Si bien hay que recordar que varios eclesiásticos y laicos habían precedido, denunciado y actuado con sentido social» (P. Manuel Loza Macías, S.J., en http://es.catholic.net)
  9. Ya desde el primer párrafo, el papa León XII deja claro el planteamiento de la cuestión: «El cambio operado en las relaciones mutuas entre patronos y obreros; la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría; […] han determinado el planteamiento de la contienda»; «Es mayoría la que se debate indecorosamente en una situación miserable y calamitosa»; «El tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores»; «Añádase a esto que no solo la contratación del trabajo, sino también las relaciones comerciales de toda índole, se hallan sometidas al poder de unos pocos, hasta el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios». Son sentencias sin duda claras y que cobran en nuestro tiempo una desgraciada actualidad, ante las realidades que injusticia y maltrato que sigue sufriendo la clase obrera, en general.
  10. Los Vicencianos no podemos mantenernos ajenos a esta realidad. La Doctrina Social de la Iglesia forma parte nuclear de nuestra acción social y caritativa, y por eso, al igual que Ozanam, la lucha por la dignidad de los obreros es, también, parte de nuestra labor.

Cuestiones para el diálogo:

  1. ¿Cómo trabajamos los Vicencianos por la dignidad y los derechos de la clase obrera?
  2. ¿Denunciamos las situaciones de injusticia que vemos en nuestro trato con los pobres?
  3. ¿Conocemos la Doctrina Social de la Iglesia? ¿La estudiamos? ¿La practicamos?
  4. ¿Podemos llegar a algún tipo de compromiso como grupo, para mejorar en este sentido? Por ejemplo: ¿podríamos pedir a nuestros párrocos, a nuestros consiliarios religiosos, que nos faciliten un curso sobre Doctrina Social?

Javier F. Chento
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