Jesús entrega su cuerpo y derrama su sangre por nosotros. Da él así la mayor prueba de amor y se hace mediador de la nueva y mejor alianza.
Dice Jesús a sus discípulos que el pan que él está a punto de darles es su cuerpo. Les dice luego que el vino que han bebido de la misma copa es su sangre. Y es la sangre de la alianza, derramada por todos.
Así, se ofrece él, entrega su cuerpo y derrama su sangre, como sacrificio. Y él, cual la víctima, es el vínculo de unión entre Dios y nosotros. Por él, sí, con su sangre, sella Dios su alianza con nosotros.
Por tanto, el misterio del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo es también la Buena Nueva del amor de Dios. Del amor, la más grande prueba del cual es Jesús que muere por los pecadores. Es la misma Buena Nueva que el misterio de la Santísima Trinidad. Es decir, la Buena Nueva de que Dios es amor. La Buena Nueva de paz, de unión con Dios y con los demás, de comunión. Y, por supuesto, es la Buena Nueva también del amor que es inventivo de forma infinita (SV.ES XI:65).
No hay duda de que nos preocupamos de comulgar con Cristo en lo íntimo del corazón. Mas tal comulgar, ser fiel a la alianza con Dios por Cristo, exige que comulguemos también con los demás. Escuchar las Escrituras y participar de la Cena del Señor, esto ha de llevarnos a que nos preocupemos por los demás. En especial, por los que tienen hambre y sed. Por los inmigrantes, los desnudos, los enfermos, los en la cárcel, los sin techo, los pecadores.
Señor Jesús, concédenos ser fieles a las Escrituras y a la fracción del pan. Así, seremos fieles a la alianza sellada con tu sangre.
2 Junio 2024
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (B)
Éx 24, 3-8; Heb 9, 11-15; Mc 14, 12-16. 22-26
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