“Padre, deseo que todos estos que tú me has dado puedan estar conmigo donde esté yo…”
Hech 22, 30; 23, 6-11; Sal 15; Jn 17, 20-26.
El Señor sigue insistiendo, con una plegaria y una exhortación, en pedirnos vivir en comunión, como él ha vivido en comunión con el Padre. La comunión es una tarea de todos los días, que no puede ser construida en la apariencia y en la superficialidad, en la hipocresía o en lo mínimo necesario; requiere de cada uno de nosotros sabernos reconocer sencilla y humildemente como hermanos del Señor y, por lo tanto, hermanos entre nosotros. La comunión requiere un proceso de crecimiento de modo integral personal y comunitario. Un elemento importante es sabernos todos con la misma dignidad en nuestra condición de hijos de Dios, hijos en el Hijo. Es imprescindible que se construya en la fraternidad, como diría San Pablo, en la comprensión, la tolerancia, el perdón… todo esto venido del amor que nos propone el Señor como mandamiento y parte esencial de la unidad a que nos invita.
El Papa Francisco ha hablado en ocasiones de hablarnos con la verdad y de frente, aun cuando aquello que hablemos pueda no ser de nuestro agrado y difícil. Solamente de esta manera se podrá alcanzar el ideal evangélico.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Juan Carlos Reyes Mendoza C.M.
0 comentarios